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'Yo escuché que les debían plata y que por eso no se han movido'. 'Tienen maquinaria dañada y no pueden repararla'. 'Deben estar pasando las maduras esos ‘manes’'. Comentarios de pescadores y navegantes del barrio Las Flores se escuchan a orillas del río Magdalena. Todos hablan de lo mismo: el buque Agatis y los 18 marineros de nacionalidad India que conforman su tripulación fondean a 3 millas del Puerto de Barranquilla, desde hace tres meses.

Según una inspección de la Dimar, del 23 de noviembre de 2015, la embarcación tiene por los menos 16 deficiencias en sus máquinas y dispositivos, y la revisión de rutina realizada por la Capitanía de Puerto de Barranquilla encontró más de 12 falencias que imposibilitaban su navegabilidad, según el abogado Martín Cabezas Galindo, asesor del buque.

Hoy para llegar hasta al navío se necesita de por lo menos una lancha costera y un buen navegante que sepa sortear el embate de las olas, sobre todo en el sector de Bocas de Ceniza. Ayer, a las 7:30 de la mañana, un equipo de EL HERALDO logró abordar la motonave y conoció de primera de mano las dificultades y condiciones en las que se encuentra la tripulación del Agatis.

Están asfixiados por los problemas en las máquinas que los rodean y los desperdicios; sobreviven pescando en alta mar, como náufragos en una isla de metal.

A bordo

En estribor, el primer detalle es la infraestructura. Los soportes de las bodegas sufren deterioro a lo largo y ancho, formadas por óxido y magulladuras en su andamiaje de hierro.

Cinco tripulantes indios, que visten uniformes, nos reciben y acompañan hasta la oficina del capitán, que se identificó como Ravi Kant Vishwakarma.

Él cuenta que desde el 19 de enero nadie de la tripulación ha podido comunicarse con sus familiares porque ese día cortaron el servicio de comunicación telefónica del barco, por la falta de pago. Dice que están dispuestos a bajarse del barco el próximo lunes, si no hay una pronta solución que permita el regreso a la India.

El buque llegó a finales de octubre a Barranquilla desde Marruecos. Ingresó al muelle de Monómeros en noviembre pasado, donde descargó una serie de fertilizantes. Luego, las fallas mecánicas y el reclamo de los tripulantes por la falta de pago de la compañía propietaria del buque, Pt. Meranti, hicieron que este quedara fondeado en aguas colombianas. La deuda asciende a los 180 mil dólares.

Esta misma compañía, prosigue el capitán, tuvo dos barcos en similares situaciones a mediados de enero, en Dubai y en China. Estaban en aguas abiertas, sin una solución. Las autoridades de los puertos asumieron los gastos y el traslado de los tripulantes hacia sus casas. Gestión que no ha se ha dado en nuestro país.

La agremiación sindical Federación Internacional de Trabajadores del Transporte, ITF, los apoya, y la Autoridad Marítima de Panamá (AMP) informó que adelanta gestiones para la repatriación inmediata a la India de los tripulantes. Sin embargo, los ánimos, explica Vishwakarma y varios de los tripulantes, no son los mejores. Cada día que pasa hay menos comida, menos sueño por la noches y más incertidumbre.

'La nave no es segura. Estamos presos aquí como si fuéramos criminales, pero solo queremos regresar con nuestras familias', afirma el capitán en su oficina, en un inglés de leve acento musical. Cuatro marineros se ‘anclaron’ en la puerta para escuchar la conversación. Aparece un quinto que convida botellas de agua al equipo. Botellas que seguramente son más necesarias para la tripulación, ya que el convertor de agua salada a agua dulce está dañado.

En las despensas del buque de bandera panameña la comida volvió a escasear desde hace días. Algunos tripulantes, como Samil Pojary o Sudmir Shenoy, prefieren ahora mirar de reojo la puerta de la bodega donde se guarda los alimentos, antes que reconfirmar el desolador panorama alimenticio.

Vishwakarma afirma que, por lo general, están comiendo dos veces al día. Otros veces no hay tanta suerte. El principal alimento son las lentejas y el arroz. En los 26 apartadores de las despensas lo que predomina por estos días son ajíes rojos, amarillos y el vacío en la mayoría de anaqueles. Las zanahorias, habichuelas y los pepinos no pasan de las 30 unidades, al igual que las bolsas de leche. En el cuarto frío hay 50 atunes, obtenidos de la pesca: oficio que ha permitido mitigar el hambre. Por el contrario, los condimentos y las botellas de salsas parecen cumplir más un función de lujo, que de aderezos.

'El 28 de enero el agente de nosotros nos trajo provisiones, pero no han sido suficientes a pesar de que somos 18 personas', dice Vishwakarma, al tiempo que muestra en la cocina la olla del almuerzo del día: lentejas y arroz.

En la sala de máquinas del barco, además de bullicio y calor, hay un reino de máquinas dañadas. Es el lugar donde más marineros visten su uniforme de trabajo y no hay tiempo para meditar sobre la crisis. Varios operarios coinciden en que uno de los principales daños es el del compresor de aire, un aparato que, de forma general, proporciona aire a los movimientos de los equipos del motor, pero que no funciona desde hace tres meses.

'¿Todas la deficiencias registradas por las autoridades de control se generaron durante el viaje?', preguntamos al capitán, que ha acompañado cada paso del equipo por el barco sin perderlo de vista. Normalmente hay un procedimiento para cerciorarse de que estos dispositivos están en correcto funcionamiento, pero el capitán admite que no pudieron hacerse todas las revisiones por la cantidad de papeleo que tuvo que gestionarse para la salida del buque, desde Las Palmas, España, donde él abordó. La carga fue montada en Marruecos.

Ya en babor, uno de los problemas que crece con el transcurrir de los días es el de los residuos. Han acumulado la basura de tres meses. Desde el 25 de noviembre no han podido descargarla, y los tanques no dan abasto frente a una pila de bolsas con desperdicios que alcanza casi los dos metros.

Ante el desolador paisaje de los marineros indios, la Autoridad Marítima de Panamá anunció que envió una nota a la capitanía de Puerto de Barranquilla 'solicitando a la Dirección General Marítima de la Autoridad Marítima de Colombia la entrada al anclaje interior en aguas del Río Magdalena del Puerto de Barranquilla, a fin de facilitar el auxilio a la tripulación y repatriación de la tripulación sufragada por el Estado panameño', no obstante, aún no se ha permitido el desembarque.

Siguen esperando una ayuda, aunque empiezan a contemplar abandonar la nave en los botes salvavidas. Desde aquí todo lo que tienen a su alrededor es agua, varias millas de ella. No hay orilla a la vista, como tampoco prontas soluciones.