Arroyo de Piedra es un corregimiento de Cartagena de vocación agrícola y pesquera, aunque, con el crecimiento del casco urbano, muchos de sus habitantes, especialmente los jóvenes, han encontrado empleo en la informalidad como mototaxistas o comerciantes en zonas de Bayunca y el Corralito de Piedra. Sin embargo, en los últimos días, la economía de la zona cuenta con un nuevo ingreso: la explotación de una ‘mina’ de PVC.
Por su composición, este material es sintético y no se da en la naturaleza, pero los moradores del sector han descubierto una ‘veta’ de tubos enterrados de forma paralela a la Vía al Mar, que comunica a Barranquilla con la capital de Bolívar.
La intensa sequía, producto del fenómeno de El Niño, los ha dejado con una magra cosecha pero de la misma tierra ha brotado otra fuente de sustento.
Una baranda marca la separación del terreno donde está la tubería, paralelo a la Vía al Mar.
El policloruro de vinilo (PVC) es un polímero que se obtiene de la mezcla de dos materias primas naturales: el cloruro de sodio o sal común (fórmula química NaCl) en un 57% y el petróleo o el gas natural en una proporción del 43%.
Industrialmente el PVC se utiliza de dos formas: flexible para elaborar cables, juguetes, calzados, pavimentos, recubrimientos y techos tensados, entre otros; y rígido para fabricar envases, ventanas y tuberías (las cuales han reemplazado en gran medida al hierro que se oxida más fácilmente). De este último uso para el PVC es el ‘yacimiento’ que han comenzado a explotar los moradores de las zonas aledañas a la ruta.
Mina paralela a la vía
Al recorrer la carretera se observa un surco de un metro y medio de profundidad. A ambos lados de la abertura se apilan unos montículos de tierra y dentro del agujero unos campesino que con los picos y palas con los que antes sembraban yuca, maíz, ahuyama y batatas, ahora horadan el terreno de la ‘mina’ de plástico.
Distribuidos a lo largo de la ‘vena’, pequeños grupos de pobladores van laboriosamente sacando los tubos sin importar el sol del mediodía ni el polvo que se les pega al cuerpo. Del seno de la tierra arrancan tubos de seis metros de largo y con una abertura de 12 pulgadas.
Al preguntarles por la naturaleza de su labor, sus semblantes se tornan hoscos, duros, con ojos esquivos y musitan oraciones que no alcanzan a traspasar la fuerte brisa marina. El ambiente se vuelve hostil e incluso algunos lanzan amenazas con las palas y los picos en alto. Otros amagan con utilizar piedras que han sacado junto a los tubos.
Dos hombres están dentro de los surcos removiendo los tubos, mientras un niño observa subido a un árbol.
Dentro del pueblo la situación no es diferente. Al ser abordados, los habitantes son atentos y sonrientes, pero al ser interrogados por la red de tuberías también se instala en ellos cierta intranquilidad y nerviosismo. Por eso despachan a sus interlocutores con negativas y aceleran el paso.
Tubos de hace 20 años
Similar situación se desarrolla con Tomás Núñez, líder comunal del corregimiento. El hombre de unos 50 años afirma que lo que están haciendo los campesinos es sacar 'unas tuberías viejas que tienen como unos 20 años de estar ahí'.
'La situación ha estado difícil. Este año no se ha podido sembrar gran cosa y el verano continúa', defiende la situación el líder comunal y argumenta que la tierra al no darles comida, les ha entregado la forma de comprarla.
Bajo la sombra de una acacia roja, Núñez revela, como desembarazándose de la información, que la tubería hacía parte de un proyecto privado que buscaba trasladar agua desde Las Canoas (sector a medio camino de Arroyo Grande) hacia una zona cercana a una urbanización hoy conocida como Barcelona de Indias, pero que nunca funcionó.
Haciendo un cálculo con la información del líder comunal, la distancia entre los dos puntos unidos por la tubería es de 18,5 kilómetros, lo que es equivalente a 12,4 veces la longitud puente Pumarejo.
Tubos a $50.000
A las afueras del pueblo, alejados del resto de ‘mineros improvisados’, un par de jóvenes realizan igual faena. John Cassiani tiene 19 años y cuenta que no ha podido conseguir un buen trabajo.
'Esta es una forma de ganarnos unos pesos y estos no son de nadie — indica señalando los tubos y prosigue — son más viejos que yo y nunca se han utilizado'.
Junto a él está Pedro Lozano tomando un respiro de su labor, apoyado con los brazos en una pala. El joven de 22 años explica que venden la tubería en Bayunca (otro corregimiento de Cartagena) 'a $50.000 los seis metros'.
Con los datos de los jóvenes y el de Tomás Núñez, el cálculo de la venta total de 18,5 kilómetros de tubos daría como resultado unos $154 millones que aparentemente no tienen dueño.
¿Sin dueño?
Por ser corregimiento de Cartagena, cualquier tipo de trabajo urbanístico o instalación de tuberías debía ponerse en conocimiento de la Alcaldía y de las autoridades ambientales de Bolívar, para tramitar los permisos correspondientes.
Para contribuir al ‘misterio’ del dominio de la tubería, al ser consultados por este medio, la secretaría distrital de Planeación y la Alcaldía de Cartagena negaron tener conocimiento de la procedencia ni a quién pertenecen.
Otro tanto sucedió con las entidades ambientales, Establecimiento Público Ambiental (EPA) y la Corporación Autónoma Regional del Canal del Dique (Cardique), que afirmaron no tener en sus archivos solicitudes de permiso o de licencia ambiental para ese tipo de construcción en la zona.
Un vocero de Aguas de Cartagena S.A. E.S.P., encargada de prestar el servicio de agua potable y alcantarillado en La Heroica, indicó que posiblemente esa tubería pudo haber sido colocada por Acueducto de Cartagena Norte S.A. E.S.P. (Acuanorte).
Esa empresa dejó de prestar el servicio desde el 4 de enero de 1999 y dejó las redes y los terrenos abandonados.
Lo cierto es que mientras aparece el propietario, es posible que los habitantes de las zonas aledañas a la ‘mina’ terminen de explotar la tubería que nunca transportó agua y que afloró de la tierra como una forma de compensarles por no producirle cosecha.
Cartel que indica cuánto falta desde Arroyo de Piedra a Cartagena. En el fondo, un grupo de ‘mineros’ descansa.