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Dos cruces de madera prensada proyectan su sombra sobre un terreno de arena y escombros regados. En el solar tres perros intentan ganarse el ‘amor’ de una hembra de su especie pero un hombre de mediana edad los espanta lanzándoles piedras, y los animales se van a seguir con su romance a una callejuela sin pavimentar.

'Esto es suelo sagrado y deberían respetarlo, esos perros siempre andan en las mismas', dice el hombre con una visible molestia. Se persigna y continúa su camino con pasos lentos y arrastrados, dejando tras de sí columnas de polvo en el lugar donde se encontraba el altar de la iglesia de Santa Lucía, en Arroyo de Piedra (corregimiento de Luruaco, Atlántico).

Hace más de un año, el 3 de febrero de 2015, un incendio consumió el templo consagrado a la mártir nacida en Siracusa (Italia), que fue perseguida a comienzos del siglo IV por el procónsul romano Pascasio (ver recuadro) y que tiene su conmemoración el 13 de diciembre .

Marby Tovar Pérez tiene el frente de su casa despejada. Desde la pequeña terraza de tablón rojo, protegida del inclemente sol por un árbol frondoso, se puede observar una cancha de fútbol sala con dos graderías a cada lado.

'Antes lo único que se veía era la pared de la iglesia, la que daba al altar mayor. Ahora se ve todo muy despejado, muy claro', cuenta la estudiante de arquitectura de la Universidad de Atlántico.

La construcción, de 80 años de antigüedad, fue declarada como pérdida total por ingenieros que inspeccionaron los restos. Del templo solo quedó el cascarón ennegrecido, y adentro, como unas espinas de pescado, la estructura que servía como soporte para el techo de tejas, que yacía desplomado sobre los pisos de cerámica mezclado con el vidrio de las lámparas.

Las seis estatuas de los santos, el Cristo crucificado e incluso la misma Santa Lucía, fueron consumidos por las llamas. Solo dos efigies sobrevivieron al incendio que consumió la iconografía católica: la virgen María Auxiliadora y el Sagrado Corazón de Jesús. En el inventario de la pérdida también estaban 26 bancas de madera, 125 sillas plásticas, un equipo de sonido, los vitrales de 10 ventanas, el altar de mármol y 10 abanicos.

Ese panorama fue el que encontró el padre Marco Tulio Agudelo cuando llegó el 28 de febrero a Arroyo de Piedra. El párroco antioqueño fue enviado desde la diócesis de Santa Fe de Antioquia 'en calidad de préstamo' por su fama de constructor, como él afirma, y fue nombrado como el primer sacerdote que tiene la comunidad del corregimiento, debido a que antes de su llegada, la iglesia dependía del párroco de Luruaco, Roger Roncallo.

Desde que salió de su tierra, el sacerdote trabajó en Cartagena y allí trabajó en la reconstrucción de las iglesias de San Miguel Arcángel, Santa María de los Ángeles, Fredonia, San Martín de Porres, Nuestra Señora de la Esperanza y San Juan Bautista. De ahí que el arzobispo de Barranquilla le hubiera encomendado recuperar el lugar santo en el corregimiento.

Durante un tiempo las eucaristías se siguieron celebrando en medio de las ruinas, pero el deterioro era tal que se temía que colapsara en cualquier momento la estructura, y los feligreses resultaran heridos, o que terminara en una tragedia peor. Así que el 27 de mayo el templo fue demolido y las estatuas que resistieron el fuego fueron trasladadas a una vivienda vecina, que funge actualmente como casa cural.

Para Marby Tovar no ha sido fácil acostumbrarse a salir a la puerta de su casa y no ver la mole de piedra que estaba integrada con el paisaje. 'Era parte de mi rutina cotidiana, como una certeza diaria que ya no está. Muchos no quieren que se reconstruya en el mismo lugar, y aunque ahora está el frente más despejado, yo quiero que vuelva a estar ahí, saludándome cada día', afirma la estudiante de décimo semestre.

Mientras tanto las eucaristías y todos los ritos católicos se celebran en lugar aledaño que los feligreses llaman el ‘templo móvil’.

El ‘templo móvil’. Una piedra de granito blanca domina la nave principal de un espacio de 15 metros de ancho por 20 de largo. El lugar está cercado por las rejas que quedaron de la iglesia que se quemó y una hilera de sacos de arena, que empiezan a botar su contenido. La roca servía de base para la estatua de Santa Lucía y fue arrastrada por la comunidad como un símbolo de resistencia a las adversidades.

Un grupo de 30 niños está distribuidos en igual número de sillas plásticas. Cinco mujeres, colaboradoras de la parroquia, están preparando una puesta en escena de momentos representativos de la Semana Santa: el lavatorio de los pies que Jesús hace a sus discípulos, la Última Cena, el Viacrucis y la Crucifixión.

El padre Agudelo indica que la adversidad, más que minar la fe del pueblo, los ha hecho unirse en pos de la causa de recuperar el lugar sagrado para Santa Lucía. 'Esta situación ha creado el deseo de trabajar. En la dificultad es donde uno más se fortalece en la fe', afirma el párroco antioqueño enfundado en una sotana negra, como si no se percatara del inclemente sol.

Esa particularidad le ganó precisamente el mote de ‘sacerdote de la sotana negra’, 'porque todo el tiempo tiene puesta la túnica negra, así sea que haya una procesión, una misa, un matrimonio; ya sea de día, de noche, siempre está vestido así', explica Carlos Mario Agudelo, hermano del párroco y su asistente en la reconstrucción de la iglesia.

Aunque no son las condiciones que desearía, el cura considera que es mejor 'trabajar con lo que hay' que esperar a que 'el milagro de la nueva casa de Dios' se dé. 'En el pueblo hay muchos problemas de pobreza, violencia familiar, conflictos sociales e incluso prostitución y drogadicción, por eso es necesario un lugar donde las personas puedan encontrar consuelo. Un pastor que guíe la comunidad. Lo peor de todo es que este debería ser uno de los mejores corregimientos, por la cantidad de empresas que hay cerca', indica el sacerdote y empieza con la celebración de los niños.

La reconstrucción. Varios han sido los obstáculos que han encontrado para erigir un nuevo templo, afirma el padre Agudelo. 'El terreno no estaba escriturado, a pesar de que fue donado desde 1850. Estamos en los trámites de todos los permisos: primero fue la presentación de los planos a la comisión de arte sacro que ya emitió un concepto positivo de los diseños, ahora toca ir con la secretaría de Planeación de Luruaco para conseguir el permiso para la reconstrucción', manifiesta el sacerdote.

El levantamiento de los planos fue realizado por Marby Tovar. Manifiesta que se inspiró en el antiguo templo pero le añadió unos toques nuevos, siempre teniendo en cuenta las sugerencias del párroco y los límites del arte sacro. En el diseño, la parroquia tendrá un sótano y dos plantas.

'La idea es que con el tiempo se convierta en un santuario como el que tiene Santa Lucía en Ambalema (Tolima), pero sabemos que eso va a demorar. Por lo pronto tenemos una cotización para la obra negra de unos 1.000 millones de pesos y para la ornamentación final serían otros 1.000', explica el padre Agudelo, que espera que las próximas fiestas de Santa Lucía, el 13 de diciembre, se celebren en su nueva casa.

Santa Lucía. Estiman que Lucía nació en Siracusa, Italia, en el 281 D.C. El cristianismo había llegado a través del obispo Marciano, enviado por San Pedro. Sobre la historia de Lucía, los libros señalan que Pascasio le dijo: 'Te llevaré a un lugar de perdición, así se alejará el Espíritu Santo'. El gobernante llamó a los soldados para llevar a Lucía a un prostíbulo, pero no pudieron. Luego hizo que bueyes la arrastraran, y tampoco lo logró. Convencido de que Lucía era una ‘bruja’ dispuso quemarla, pero las llamas no le causaron daño. Entonces decidió decapitarla. Antes de morir, ella anticipó a los habitantes que observaban el acto que la persecución contra los cristianos 'finalizaría' y 'llegaría' la paz para la Iglesia. Su muerte ocurrió el 13 de diciembre de 304. La veneran en Suecia, Dinamarca, Finlandia y Colombia.