Sobre el arenoso sendero de 500 metros que suele transitar Rosario Acosta se han refugiado familias que huyeron de la violencia y la falta de oportunidades. Allí la invasión de terrenos acumula más de 40 años, no hay acueducto y las promesas de los políticos, en época electoral, son un sofisma.
Rosario, de 55 años y cuerpo flácido, ha vivido 44 en este sector, al nororiente de Soledad, área metropolitana de Barranquilla. Detesta, dice, la desidia que han 'mostrado' los gobiernos de turno por la comunidad, pero además el nombre con el que fue bautizado el barrio.
'Patio Largo Calle 11 Avenida El Matadero, todos mis papeles están registrados así. Yo no le pongo eso de El Chuchal, no señor, eso pa’ mí queda muy horrible en un papel', comenta la morena, acentuando las arrugas en el ceño. Una mueca alarga su labio inferior contra el superior, prolongando el silencioso lamento.
Son las 9:30 de la mañana. A cada costado de la trocha se levantan cientos de casas con tablas y oxidadas láminas de zinc. Algunas, con elementos reciclados, se inclinan a las orillas, según la precipitación del terreno y del deterioro. De cuando en cuando los hombres que viven aquí son vistos en la única calle que divide a El Chuchal. Sin embargo, mujeres de todas las edades, desde niñas hasta adultas mayores, frecuentan el áspero carril o permanecen sentadas en las puertas de las viviendas. Este evidente predominio del género femenino, cuentan rumores y mitos urbanos, es la causa del nombre que indigna a la mayoría de las residentes.
La semana pasada el alcalde de Soledad, Joao Herrera, hizo pública su intención de cambiarle el nombre al sector, como una forma de dignificarlas. Con el arribo de la Nobel de Paz (1992) guatemalteca Rigoberta Menchú Tum, al Atlántico, en el marco de las iniciativas de Soledad para convertirse en Distrito Especial de Paz, el mandatario municipal anunció que El Chuchal será bautizado como ‘La Paz Rigoberta Menchú’.
La líder indígena acompañará el proceso de paz y reconciliación en el municipio, que registra cerca de 50.000 víctimas del conflicto armado del país. El pasado miércoles visitó el barrio junto al Alcalde y, según algunos habitantes, este, además del cambio de nombre, se comprometió a hacer mejoras de vivienda e incluso a construir una iglesia. No obstante, otros residentes desmienten esas afirmaciones y dicen que no 'dijo nada concreto'.
Graciela Cera Padilla, madre cabeza de hogar de cuerpo prominente, jura por sus nueve hijos que durante las noches no duerme tranquila, deseando que estos puedan vivir en otro barrio.
Queda en silencio unos segundos, no parpadea ni se mueve. Casi parece una estatua oronda, de rayas negras con blancas por la camisilla que viste. De repente, tras el primer pestañeo, confiesa que algunos de sus primogénitos viven con familiares y amigos porque no puede tenerlos a todos bajo el mismo techo de aluminio. La cubierta que compró su hijo Anyelo José, de 23 años, que presta el servicio militar desde febrero del año pasado.
Ahora, sobre el mesón de la cocina que también hace de sala, Graciela muestra una ponchera verde con guineos. Dice que los consiguió entre los residuos de un supermercado cerca a su hogar, y que usualmente lo hace para poder alimentar a su prole.
'A veces pasan vecinos y les digo: regálame mil pesos, dos mil pesos. A veces cojo lo que botan en la Olímpica. Antes iba mi hija, pero ya no porque le querían faltar el respeto en el camino', comenta la mujer, de 49 años, delante de Graciela, su hija de 11 años, y Brandon, de 15. Todos permanecen en silencio, sudando por el fogaje que habita en el interior de la vivienda a esta hora del día. La piel transpira más en las casas de El Chuchal porque no tienen ventanas y están rodeadas de monte.
El apodo
Sobre el sendero, a siete casas de la de Graciela y con La Reina de Diomedes Díaz de fondo, Nicolás de Alba, de los pocos hombres que a esta hora de la mañana se ven por el barrio, cuenta que cuando llueve el barrio se refresca, pero que el agua se mete a las casas. Advierte que el cambio de nombre del barrio no será fácil porque lleva más de 50 años 'diciéndose'.
La teoría más común que manejan los habitantes sobre el origen del apodo está relacionada con la llegada de un periodista radial al sector, hace mucho tiempo. Unos dicen que fue hace 40 años, otros 20, pero todos coinciden en que durante el diálogo que sostenía el reportero con la comunidad surgió la pregunta '¿y cómo se llama este barrio?'.
'A esto le decían ‘El Chuval’ porque había un cultivo de uchuvas, pero ese día una mujer no supo pronunciar bien y dijo El Chuchal'. 'Cuando el periodista preguntó había un solo hombre rodeado de mujeres y este dijo en broma El Chuchal'. 'Salieron puras mujeres a hablar con el periodista y este, al ver tantas, dijo ‘esto debería llamarse El Chuchal'. Estas son algunas de las versiones que evocan los habitantes en las puertas de sus casas, pero aquí nadie sabe a ciencia a cierta por qué le atribuyen ese nombre. Nadie ni por equivocación lo relaciona con la batalla del 25 de abril de 1815, nombrada de igual forma por el fortín donde hombres y mujeres de la entonces villa defendieron a Barranquilla del asedio español, liderado por el capitán Valentín Capmani.
Aunque este hecho no guarda ninguna relación, quizás lo único en común que tienen las mujeres de El Chuchal con las heroínas de 1815 sea esa disposición para seguir luchando cada día por sus seres queridos, por seguir aguantando en esa gran trinchera que le dicen calle y anteponer las necesidades de sus hijos, antes que las suyas.
En este sector de extrema pobreza, sin estrato ni servicios públicos que pagar, muchos como Wilfrido Carrillo, de 64 años, esperan un cambio. Afirma con ceceo que pocos en El Chuchal conocen quién es Rigoberta Menchú, pero saben que 'no se puede vivir en paz, si la Alcaldía no interviene en el sector'.
'Para que este barrio tenga ese nuevo nombre se necesita primero tener agua, buena luz, alcantarillado', enfatiza el veterano afuera de su casa de cemento, al igual que otras dos. Son las únicas del barrio hechas en este material, asegura, porque 'hacían parte de una torre de control del antiguo aeropuerto, que dejó de funcionar hace muchos años'.
Según el Reglamento Aeronáutico de Colombia, dentro del eje central del aeropuerto (13 kilómetros a la redonda ) no puede haber nada que genere un peligro operacional. Sin embargo, allí está El Chuchal, expuesto a cualquier eventualidad.
Reubicación
Rosario Acosta difiere de Carrillo. Ella, quien dice ha visto morir a sus padres, hermanos y recientemente a su esposo en El Chuchal, afirma tajantemente que no quiere vivir más en el sector.
Los pliegues en su rostro vuelven entonces a multiplicarse por el lamento. Por esperar la reubicación que prometió la Alcaldía de Soledad hace tres años.
El 40% de su población en 2014, según registros de la Alcaldía, fue reubicada en la urbanización Nueva Esperanza. La Administración entregó casas propias a más de 35 familias. El Banco de Proyectos de Soledad ha trabajado de la mano del Fondo Nacional de Adaptación y la Presidencia de la República por la comunidad, que padece los estragos de la ola invernal por la creciente de los arroyos, pero aún quedan muchas familias. Unas 50 afirman sus habitantes. Desde comienzos de año, advierten, nuevas personas están invadiendo el terreno.
Rosario entra ahora a su casa. Cree que algún día se irá de El Chuchal y que no morirá allí. La sola idea deja ver una sonrisa. La primera. Observa su vivienda y toca con las palmas de su mano la madera. Dice que le toca irse del barrio para tener más tranquilidad. Para alejarse del bullicio de los aviones, que interrumpen las conversaciones, y de la trocha de arena por la que hace 44 años entró y le permitió conformar una familia.