Ramón Pérez, un pescador luruaquero, criticaba que algunos colegas atraparan peces pequeños en las ciénagas– algo 'que no se debe hacer porque hay que dejar que se reproduzcan y así evitar que desaparezcan'–, hasta que la escasez en el espejo de agua de Luruaco lo obligó a pescar 'lo que sea'.
'Nada es como antes, ahora nos toca coger para la ciénaga del Guájaro a ver qué se encuentra', comenta.
Según investigaciones de biólogos de la Universidad del Atlántico, la fauna íctica (peces) se ha perdido en más del 35% en las ciénagas del departamento, en los últimos 30 años. Las especies más desfavorecidas y de mayor valor económico, dice el estudio, son el bocachico, bagre, mojarra y coroncoro.
Biólogos expertos explican que lo anterior obedece, en gran parte, al vertimiento de aguas residuales no tratadas así como de escorrentías de las fincas ganaderas donde el estiércol de los animales 'no son manejados correctamente'.
'Los altos contenidos de materia orgánica constituyen un estrés para los peces con riesgos de morir por anoxia (falta de oxigeno en células del organismo)', explica Luis Carlos Gutiérrez, líder del grupo de investigación en biodiversidad del Caribe colombiano.
En el agua, uno de los principales limitantes para la reproducción y buen desarrollo de los peces son los valores de bajo contenido en oxigeno nocturno, ocasionado por los excesos de materia orgánica. En las ciénagas, tal como lo ha revelado EL HERALDO en su informe sobre las ‘enfermedades’ que se comen los cuerpos de agua del Atlántico, se detectan altos niveles de bacterias fecales (echericha, salmonelas, vitrios y cólera).
En el complejo lagunar constituido por las ciénagas Luisa, Larga, Manatí y Paraíso, según el más reciente informe de la Corporación Autónoma Regional del Atlántico, CRA, se registran eutroficación y pérdida de los recursos hidrobiológicos, lo que incluye la desaparición de macrófitas (plantas acuáticas) sumergidas y peces.
En las ciénagas de Tocagua, Luruaco, Mallorquín, Sabanagrande, Palmar de Varela, El Uvero y Santo Tomás – éstas dos últimas totalmente secas–, los pescadores se lamentan del déficit en la pesca.
Tiempo atrás, una unidad pesquera (dos pescadores, una canoa, atarraya y chinchorro) podía atrapar diariamente 40 kilos de pescado, mientras que ahora, cuentan, en días 'muy buenos' alcanzan apenas los 10 kilos de pescado.
La reducción del tamaño de las especies también les genera preocupación. Ramón Pérez, que lleva más de 20 años pescando, solo tiene en su canoa algunos escuálidos plateados, por lo que dice que prefiere 'sacar 10 medianos, que 50 de estos flacos'.
Lo anterior se debe, principalmente, a la ausencia de algas nutricionales que sirve de alimento para los peces, así como los altos contenidos de sedimentos, que le restan espacio, explican los expertos.
En su lugar, permanecen especies como la liza y chivo espinoso, de poco valor comercial, y algunas introducidas como la tilapia y cachama, de origen africano, que sobreviven a las 'aguas duras'. Mientras tanto, advierten los estudios, crece el número de algas cianofitas (bacterias), que son poco nutritivas para los peces y que secretan sustancias tóxicas cuando las ciénagas están contaminadas.
El detalle: ¿Por qué son tan importantes?
Las ciénagas son depósitos de agua con algún grado de conexión con el río, que funcionan como amortiguadoras de las crecientes al estancar grandes cantidades del líquido. De igual manera, son sistemas que constituyen una rica biodiversidad de flora y fauna, lo que es generador de impacto económico para la región Caribe. En el Atlántico, las ciénagas se ven afectadas por la sedimentación-colmatación, contaminación de aguas, deforestación e invasión de sus espacios.