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En las mañanas, Carlos Reales, de 49 años, rebolero de toda la vida, se dedica al bicitaxismo. A punta de pedal ha mantenido su hogar y ayudado a sus hijos, pero de tarde, Carlos, el primero de la familia en hacer faroles, guarda las llantas de caucho y empieza a trabajar en conjunto con sus tres hermanos para sacar adelante la producción de este artefacto propio de la tradición costeña.

El tiempo le juega en su contra. Faltan tres días para que en la ciudad, municipios y distintos departamentos enciendan velas y él no deja de pensar que 21.000 faroles no son suficientes para la cantidad de gente que lo compra.

Hace 22 años que el farol llegó a su vida como un segundo ingreso en la temporada decembrina. Al principio solo vendía, pero a los pocos años empezó también a armarlos.

'Primero se hicieron 500, después 1.200, luego entraron al negocio mis hermanos y toda la familia. A la fecha hacemos una producción de 21.000 faroles', expresó el creador de la idea.

En junio empiezan la producción de corte de madera, que es la materia prima, y desde noviembre comienzan a unirlos a las caritas (parte inferior y superior del farol).

El triple y la estiba, que lo consiguen en la calle 30, los corta en su casa, ubicada en la carrera 34 # 8-47, con las medidas exactas.

'Aquí hacemos los cuadritos y después mandamos a hacer las tapitas, hacemos el corte del papel, se manda a pegar y por último le ponemos el sello', relató.

Los cubos, es decir los cuatro lados de madera miden 17 centímetros por 1,5 de ancho, la cara superior mide 5 centímetros y la inferior mide el doble. Para esta tarea emplean más de 60 cajas de puntillas, cada una trae 1.600, cerca de 2.000 pliegos de papel celofán y para pegarlos sobrepasan las 30 libras de almidón.

El resultado final lo sentirá en su bolsillo el 8 de diciembre cuando saque cuenta y divida las ganancias con Rafael, Luis y José, sus tres hermanos. Sin embargo, explica que cada uno obtiene cerca de un 50% de la producción que cada uno ejecute.