De tres en tres, de rosado y verde, una morenita de 15 años le ‘copia’ el talento a su tía de 44. Lily Jiménez nunca había tejido en su vida, pero en tan solo un día, consiguió lo que Rosalba Ariza entrenó por cuatro meses junto a 199 mujeres del Atlántico.
'Nosotras llevamos tanto tiempo tejiendo y ella en media mañana ya terminó todo', dice Ariza, una artesana luruaquera, mientras mira el acabado de una silla tejida por las manos de su sobrina.
En San Juan de Tocagua, un corregimiento de Luruaco, basta recorrer una de sus calles de arena para percibir el arte que brota de sus mujeres. En la calle número dos, los pequeños arbustos que decoran los jardines, llevan en sus ramas flores inventadas por ellas.
De lejos, pareciera que se trata de una flora natural y exótica. De cerca, se identifican papeles de mecatos, vasos y periódicos que se convierten en falsos pétalos. Hay palitos pintados de blanco, baldes adornados para ser poteras, bolsas de colores que cruzan las viviendas, y tiras de tela que colorean los árboles.
Al llegar a la plaza, hay casi 200 sillas tejidas y terminadas. Todas son obras de las mujeres artesanas de San Juan de Tocagua que buscan generar actividad económica desde sus hogares. También, orgullosas de lo nuevo que aprendieron, están algunas mujeres de los municipios de Piojó, Juan de Acosta y Tubará.
La iniciativa.