Los letreros fijados en la zona advierten que está prohibido bañarse en el lago El Cisne. Lo más probable es que ningún visitante tenga la intención de contravenir las señales al notar que en el agua flotan treinta peces muertos. Esos, al menos, son los que aún se observan en la orilla.
Las garzas se aprecian en el lugar, mientras los gallinazos hacen sus características rondas en el aire cuando algo no está bien en el ambiente. Sin embargo, ayer las especies muertas no habían sido recogidas por la autoridad ambiental.
A pocos metros de esa escena, Vicente Coronado aprovecha la relativa tranquilidad de la mañana para sentarse a repasar las lecciones de inglés que conserva entre un deshojado cuaderno doble rayado que sostiene sobre sus piernas. El barranquillero de 78 años dice haber frecuentado el remozado atractivo turístico durante los últimos quince días, tiempo en el que ha sido testigo de la inusual extinción de vertebrados acuáticos.
'Me preocupa lo que está pasando con los peces. En lugar de propagarse la vida en el lago, lo que estamos observando es la muerte de animales. Todavía tengo la duda, si pasa por contaminación o falta de oxigenación del agua', comenta el ciudadano.
Al ser interrogada sobre la situación, la Corporación Autónoma Regional del Atlántico, CRA, respondió a EL HERALDO que las condiciones físico-químicas analizadas en la ciénaga 'se encuentran dentro de los rangos de tolerancia y sobrevivencia de la especie', haciendo referencia, en particular, a las concentraciones de nitrógeno amoniacal, nitritos, oxígeno disuelto y pH.
En particular –dice el estudio presentado por la corporación– 'el nitrógeno amoniacal presentó concentraciones relativamente seguras, teniendo en cuenta referencias normativas internacionales para la preservación de la fauna y las proporciones relativas de las fracciones ionizadas (amonio) y no ionizadas (amoniaco) que pueden estar presentes en el agua'. En esa dirección, agrega que 'no hay evidencia que indique un efecto de toxicidad aguda o de estrés para la sobrevivencia de los peces'.
Posibles infecciones
De acuerdo con el director de la CRA, Alberto Escolar, un análisis incipiente de los signos clínicos de los peces observados en campo y de algunas muestras tomadas, 'parecen inclinarse más a un tipo de afectación patológica infecciosa'.
El funcionario señaló que los indicios varían entre los individuos desde aletas erosionadas, exoftalmia (ojos prominentes), descamaciones, decoloraciones y lesiones en la piel, zonas hemorrágicas en la base de las aletas y en ocasiones en branquias. Además –dijo– se observaron algunos peces con órganos internos inflamados y ascitis.
No obstante, admitió que será necesario realizar análisis patológicos detallados para 'determinar la presencia de posibles agentes infecciosos o parasitarios'. Expresó, asimismo, que 'habrá que continuar el seguimiento a la calidad físico-química del agua e incluir análisis microbiológicos detallados, para determinar la presencia de factores de perturbación y agentes patógenos', con el propósito de establecer las medidas de manejo apropiadas.
Biólogos e ingenieros ambientales consultados por este medio unificaron su postura y manifestaron que, si bien es posible que la muerte de mojarras sea producto de la contaminación microbiana, lo más prudente es 'tener certeza técnica' para poder emitir un concepto sólido. 'Queremos tener la caracterización del agua y los hallazgos para poder dar una opinión precisa sobre el tema', expresaron.