El joven de 18 años se identifica como ‘Pedro’. Viene de un hogar en el que no ha estado su madre. Cursó hasta primero de primaria y ha asistido a tres ‘nochadas’ en Barranquilla y Soledad.
En la primera fiesta dice que probó por primera vez el perico (alcaloide obtenido de la planta de la coca, que suele ser combinado con otras sustancias). En la segunda, mezcló su consumo con marihuana y gotas sintéticas y terminó inconsciente en una clínica. La tercera vez amaneció en la UPJ (Unidad Permanente de Justicia).
Cuenta su experiencia porque dice que quiere mandar un mensaje de advertencia a los niños, jóvenes y padres de familia que lean este texto: 'No caigan en la trampa de las ‘nochadas'. Al principio del diálogo entrecruza los dedos de las manos, corta sus frases, buscando palabras que describan con sutileza lo vivido, y no sostiene la mirada al hablar. Este joven asegura que no quiere volver a ninguna ‘casa porno’, como suelen denominarles a las viviendas donde se realizan este tipo de fiestas.
'Conocí el año pasado las ‘nochadas’ por un amigo en San Roque. Dijo que eran ‘unas fiestas de recocha', evoca Pedro sentado en un bordillo de la Plaza de San Nicolás, en el centro de Barranquilla.
Su primera ‘nochada’ fue en una casa del barrio Villa Estadio de Soledad. Uno de los organizadores, un menor de edad, reunió a un grupo en el parque Universal, en la calle 47 con carrera 35 de Barranquilla. Acordó la hora y les aconsejó volarse los torniquetes de las estaciones de Transmetro de la calle 45 (Murillo) a los que no tuvieran para el pasaje.
El día de la fiesta, en la entrada, los hombres pagaban $2.000 y las mujeres $1.000. Los que asistían por primera vez, como Pedro, llegaban acompañados de amigos que ya habían estado antes. Es como la fase de iniciación en estos lugares, el respaldo a los novatos.