Compartir:

Un pedazo de bollo de yuca cortado de forma redonda es el secreto detrás de la bola de trapo clásica, la propia. Para llegar a él no es fácil.

El camino comienza en el parque El Golf. Como por arte de la nostalgia, en la mañana de un sábado cualquiera puede aparecer una treintena de ellas sembradas en una esquina. Décadas atrás corrían aquí pelotillas más chiquitas. Era un campo de golf.

El parque es hoy una isla en medio de dos ríos de tráfico en el norte de Barranquilla. Lo bordean las carreras 59B y C. En uno de los andenes está Miguel Ángel Márquez Meza. A sus pies, parches azules, rojos, blancos, además del original amarillo. Enfiladas, las bolas colorean el andén.

Atrás quedaron los años en que esa pelota artesanal y pesada se veía colgando en cualquier tienda. Atrás quedaron los tiempos en que se veía rodando en encuentros callejeros, levantando arena en cuadras destapadas, chocando entre piernas de indios guerreros, esculpiendo su talento.

Desde hace 7 años Miguel viene a venderlas al parque. Son su jugada para ganar el partido de todos los días, en un campo de juego estratégico.