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El olor de un caldo recargado se escapó por las ventanas abiertas del Tremendo Guandú en la mañana de ayer. Costillas de res, muslos de pollo y carnes saladas, los últimos del inventario, navegaban en el líquido hirviente entre cortes oblongos de plátano y ñame.

Entre las mesas recogidas yace una en medio del cuarto principal en donde se sienta entre cuentas de cobro y cajas de cartón, Isnardo Pinilla, dueño y creador del negocio desde hace 55 años.

Es definitiva su palabra, el local en la carrera 43 con calle 74, que lleva funcionando desde 1982 como una de las sedes de la gastronomía y el folclor barranquillero, cerró sus puertas.

Adentro de sus paredes, se prepara la última sopa con lo que sobra en la cocina, para que los pocos empleados que quedan, disfruten del final de un ciclo.

'La persona que menos tiempo lleva trabajando aquí lleva 12 años', explica Isnardo, a quien le dicen ‘Pini’ de cariño.

El tradicional sabor nació un martes de Carnaval hace 55 años en el barrio Cevillar. En aquella fecha siempre se organizaba una verbena entre los vecinos que comenzaba a las 4 p.m. entre tragos de Ron 17 con chicha de corozo. Benny Moré repicaba desde el equipo de sonido de la familia Acosta.

Ese día en 1962, Isnardo vino preparado: 'Compré desde temprano las cosas del sancocho en el mercado. Cogí dos latas de aceite Z de ollas y un carpintero que vivía en la cuadra me regaló dos tablas. Cuando mis amigos llegaron ya yo iba adelantado'. En ese tiempo se acostumbraba a ponerle nombre a las fiestas, uno de los vecinos del barrio Cevillar preguntó cuál era el de esta. 'Tremendo guandú el que nos vamos a mamar', respondió aquel día ‘Pini’.