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Una cámara encendida y un show que dura seis horas. Ella baila ante el lente despacio y deja caer su manga para mostrar el hombro. Sonríe y juega con su cabello negro y largo. Un teatro virtual de 345 personas la admira en vivo; cada silla está a miles de kilómetros de distancia. Españoles, estadounidenses, franceses. Todos a un clic, conectados con una barranquillera, en medio de un videochat sexual.

Ellos la conocen como Niky Woolf, aunque su verdadero nombre sea Kasandra Vergara. Tiene 20 años. Es una de las cerca de 20.000 mujeres que se dedican al negocio denominado modelos webcam en Colombia.

Viste un body negro ajustado al cuerpo y lleva amarrada a su cintura una camiseta de cuadros rojos y azules. Tiene ocho tatuajes. A la vista, un reloj que no tiene tiempo en el bíceps, una flor mexicana en el antebrazo, el nombre de su hermano, la frase 'nunca un fracaso' en el hombro izquierdo y 'la vida continúa' en la muñeca. Esta última es una marca que recuerda su intento de suicidio hace pocos años.

Kasandra dice ser tímida, pero ahora no siente pena. Desde su casa en Villa Campestre, al norte de la ciudad, juega con ruletas que giran entre penitencias eróticas y un tablero con estrellas que le pide hacer decenas de cosas. Untarse crema en el cuerpo, usar un vibrador, bañarse de aceite, desnudarse y hasta conceder shows privados.

Cuando comenzó en la industria webcam, hace más de un año y medio, no duró mucho tiempo en contarle a su abuela, una de las primeras personas en saberlo. Sin entender mucho, la mujer de 78 años le preguntó de qué se trataba ese nuevo oficio.

-'Me grabo con una cámara. Me desnudo y masturbo, mami', le dijo sin pensarlo mucho.

-'Kasandra, podrás ser una puta que yo te apoyo. Familia es familia', respondió la abuelita, según recuerda Vergara, quien desde ese entonces no ha ocultado su profesión. Lo sabe su familia y sus amigos y cuenta que todo comenzó como un experimento de trabajo, hasta transformarse en 'algo serio y profesional'.

'No significa que sea una mujer fácil. Yo pienso en un show más allá de lo sexual porque no es fácil mantener la atención en vivo de cientos de personas que no hablan tu idioma', explica Kasandra, a quien si le va muy bien, alcanza a ganar $12 millones al mes.

Para ella el día comienza a las 5:00 a.m. con una rutina de previa al show. Escoge entre disfraces temáticos, ropa casual y lencería provocativa para sorprender a sus admiradores. Para agradecer por su transmisión, ellos deberán pagar con ‘tokens’ (propina). Por cada interacción, ellas reciben dinero a cambio.

Cuenta que, a ese mundo de clics llegó luego de ver una oferta laboral particular, en un anuncio de periódico. Antes, Kasandra había probado distintas profesiones. Además de bailarina, se desempeñó como niñera, hostess (anfitrión)de restaurantes, modelo de protocolo y empleada de un SAI.

'Me tocó muy duro y siempre estaba cansada, pero ahora solo pienso en seguir creciendo', dice la mujer de origen guajiro, mientras cruza sus piernas.

Es clara en algo. No accede a tener video llamadas con conocidos, ni mucho menos caer en la prostitución. Por eso, tiene bloqueado la posibilidad que personas de Colombia, Venezuela y Panamá puedan ver sus videos.

'Me han ofrecido dinero a cambio de shows y siempre diré que no. No trabajo de esa forma', dice segura.