El pasado 19 de marzo, un hombre en Baranoa encontró una lagartija dentro de una botella de cerveza. Bavaria, la empresa productora del artículo, afirmó que era imposible que un objeto de este tamaño pasara los diferentes filtros de control de calidad y que se trataba de un caso de retape.
La empresa multinacional hizo una invitación a EL HERALDO para que visitara las instalaciones de la Cervecería de Barranquilla y conociera los estándares de calidad que manejan en el proceso de limpieza y embotellamiento de las bebidas.
Al entrar a la planta, una lavadora de 18 metros, fuente de un ruido ensordecedor, se extiende sobre lo profundo de la planta.
El sonido de botellas, chocando suavemente unas con otras, señaliza el orificio de entrada para la limpieza. Cada envase encuentra su espacio dentro de los 80 puestos que entran en este bloque de metal de nueve tanques, cada uno con un procedimiento específico dentro de la limpieza.
Los primeros cuatro tanques eliminan la suciedad de la parte interior de la botella. También se encargan de quitar todo rastro de la etiqueta de papel que pudo haber quedado de la última utilizada. Los últimos cinco enjuagan con agua fresca las botellas.
De allí, los envases salen a una línea de control. A través de cámaras de inspección, que según la empresa, observan el interior de '600 botellas por minuto objetos hasta de 0,8 milímetros cuadrados'. El software reconoce defectos como puntos de colores, marcas, suciedad que no se desprende, o un pico defectuoso. Este hubiese sido el primer filtro que detectara la presencia de una objeto del tamaño de una lagartija.
Al momento de encontrar una irregularidad, las botellas son separadas de la línea que se dirige a la llenadora, la siguiente etapa del proceso.
Esta máquina es un engranaje compuesto de dos partes. Los envases dan vueltas, de un lado del dispositivo se succiona el aire dentro de la botella para igualar la presión atmosférica con la del frasco y evitar la oxigenación de la bebida, lo que causa espuma excesiva.
Finalizando la vuelta de 360 grados, el recipiente es tapado a presión y transferido a la segunda articulación que da otra vuelta completa para seguir la linea de producción.
Otro control sigue, el inspector de llenado, el cual mide la cantidad de líquido. De haber un cuerpo extraño, esta cantidad se rebosa y la botella no pasa el control. En esta parte del proceso también verifica el sellado correcto a través de unas medidas estándar de 28,45 milímetros. Medidas que según la empresa, 'no cumplía la botella con la lagartija adentro'.
Una vez más, una fila alterna separa aquellas que son identificadas en su desigualdad, y evita que entren al último paso de la cadena, la pasteurización.
Este gigante artefacto zumba a la temperatura de 70° grados de calor controlado que eliminan agentes patógenos y microorganismos dentro de las 77.000 bebidas que caben.
Un brazo robótico empaca en cantidades de 30 las bebidas dentro de cajas plásticas marrones.
Este proceso se hace a tres turnos las 24 horas del día para suplir el embotellamiento de cerveza que se producen cada 15 días. Ninguno de estos lotes se va sin antes ser probado por catadores especialistas.
Este grupo de trabajadores de la empresa son voluntarios; solo está prohibido para aquellos que manejen maquinaria.
Estas personas tienen cita a las 11 de la mañana todos los días en una sala blanca dentro de las instalaciones de la compañía. Allí toman 10 vasos con 100 mililitros cada uno de los diferentes productos de cerveza que vende la compañía. Comprueban que la bebida tenga un aroma y sabor en línea con los parámetros de cada marca y sus especificaciones.
Con esta automatización de procesos se comprueba la calidad de 1.400 millones de cervezas que se producen al año en esta cervecería.