Desde la segunda mitad del siglo XIX, Barranquilla comenzó a perfilarse como un sitio favorable para el comercio, la industria, la educación y la cultura. Diversas circunstancias de orden geográfico y cultural contribuyeron a su desarrollo acelerado, hasta ubicarla en un puesto privilegiado entre las principales urbes del país.
La gente llegaba a la Arenosa buscando mejores posibilidades. La ciudad se fue constituyendo en una especie de imán que atraía oleadas selectivas de inmigrantes: fabricantes, comerciantes, estudiantes, intelectuales, y, en general, un variado elenco de nacionales y extranjeros.
El ambiente citadino de fraternidad estaba envuelto por el aire fresco de la libertad. La atracción era inmensa. La gente llegaba de todas partes. En la plenitud de aquella época nuestro pueblo vivía tranquilo y dormía feliz en las noches apacibles.
Pero una sombra flotaba en ese ambiente encantador. Era la intolerancia religiosa que encontraba su punto culminante en la discriminación ejercida contra las personas de credos diferentes a la religión dominante, sobre todo en los funerales de los seres queridos, cuando los humanos más necesitamos la solidaridad de nuestro semejante.
En esas circunstancias nació la Sociedad Hermanos de la Caridad, entidad que desde su fundación se propuso realizar tres obras de gran utilidad: un cementerio La información suministrada ha sido tomada de textos de la Sociedad Hermanos de la Caridad y la colaboración de José Morales Manchego, director cultural de la entidad, y Mario Morales Charris. (el Universal), una Iglesia (la Iglesia del Rosario) y un hospital (el Hospital de Caridad, hoy llamado Hospital de Barranquilla), obras todas que debían ser iniciadas por esta corporación, como quedó establecido en su acta de inicio, fechada el 9 de mayo de1867, y así se hizo.
'En la ciudad de Barranquilla, en la Casa Habitación del sr. Eufracio Sánchez, reunidos los infrascritos se acordó establecer una sociedad filantrópica con el objeto de ejercer la caridad como lo manda nuestra religión, practicando las obras de misericordia, hasta donde lo permitan los medios, los tiempos y las circunstancias, y reuniendo un fondo para atender los gastos necesarios; y conseguir los útiles indispensables para llegar al fin propuesto', reza el acta de instalación de la Sociedad Hermanos de la Caridad. Tales obras se adelantaron con los auxilios de la nación, el Estado soberano de Bolívar, el municipio de Barranquilla, las donaciones voluntarias de sus miembros y el concurso de distinguidas personalidades de ese entonces.
Así mismo, el 15 de octubre de 1870, por iniciativa del hermano Eusebio De la Hoz, católico y fervoroso masón, se creó El Misionero, periódico pequeño, tamaño un cuarto, de cuatro páginas, que circulaba quincenalmente, pero que sólo alcanzó a llegar al número 5, el cual salió el 15 de diciembre del mismo año de su nacimiento. La Sociedad Hermanos de la Caridad, a lo largo de su historia, le ha brindado a la ciudad de Barranquilla espacios materiales e intangibles, no sólo para aquellos momentos en que se requiere la solidaridad y la comprensión con motivo del deceso de un ser querido, sino que también le ofrece espacios para el crecimiento intelectual y espiritual.
Con esa filosofía se creó la Funeraria y el Cementerio Universal, el panteón de mayor trascendencia histórica de la ciudad y de una belleza artística sin igual, donde yacen ilustres personalidades del arte, la ciencia y la cultura que le dieron lustre a la ciudad de Barranquilla.
Así mismo se han editado obras de carácter científico, histórico y literario; se fundó la biblioteca pública Julio Hoenigsberg, dotada de libros, documentos y artefactos de la moderna tecnología; la Semana Cultural de la biblioteca; el Gran Recital Arte in Memóriam Día de los Difuntos, hecho cultural que se realiza cada año para conmemorar a los que nos dieron el último adiós y se fueron para el Valle de la Eternidad; la revista El Misionero, medio de divulgación de los procesos intelectuales que generan los miembros activos de la Sociedad Hermanos de la Caridad, al lado de distinguidas personalidades de las cuales siempre estamos acompañados, además de un público que se identifica con los valores culturales y que le gusta solazarse con las imágenes y los sentimientos que suscitan las verdades de la ciencia, el arte y el humanismo; el Salón Tertulia la Oca, un bello espacio para la recreación y el esparcimiento, como estrategias para el aprendizaje y el intercambio dialéctico de opiniones y las muestras literarias y artísticas. En nuestros espacios, los visitantes y usuarios se aproximan entre si y ganan la familiaridad en un ambiente fraternal.