Samuel Martínez Alcázar es el único niño que camina con bastón por su colegio. Sufre del síndrome Peters, una condición que genera la pérdida de visión. Aunque lleve su ‘varita’ a todas partes, solo lea y escriba braille, y use una maquinita en vez de cuadernos, Sammy y sus compañeros enseñan en su institución que la inclusión es más que un decreto.
El pasado 29 de agosto el Gobierno Nacional presentó un proyecto que busca reglamentar la prestación del servicio educativo para la población en condición de discapacidad. Se trata del Decreto 1421, que pretende generar una cultura de inclusión, respeto y tolerancia en la comunidad. Con esto, las entidades educativas tanto públicas como privadas deberán garantizar la formación de los estudiantes en el mismo salón de clases que el resto de sus compañeros (ver recuadro).
Sammy, más conocido como Sammy Quillero, el único niño de Colombia propietario de un picó, da muestras de lo exitoso que puede ser asumir el reto. Cada día, el pequeño de 11 años sube sin compañía las escaleras, se orienta hasta llegar a su curso y comienza una jornada de aprendizaje, que termina en lecciones nuevas a sus profesores y compañeros. Para sus papás y los padres del resto.
'Yo aquí me la vacilo. Todos mis amigos y profesores son bacanos, todo es monocuco guayabero', dice el pequeño, mientras teclea en su herramienta para escribir como si fuera la consola de un picotero.
A su alrededor están sus amigos del colegio, quienes sonríen mientras Sammy dice, convencido, que 'las barreras no existen'.
'Con alguien como él estamos aprendiendo todo el tiempo. Cada día trae su reto y siempre nos vemos enfrentados a idear estrategias para que la formación y educación de todos los niños se de sin hacer notar las diferencias', expresa la psicóloga y docente del colegio, Zuleima Walker.
Clases incluyentes
El Real Royal School de Barranquilla acogió a Sammy desde el Play and Learn (preescolar), sin 'tener mucha experiencia'. Así lo reconoce Paola Alcázar, mamá del pequeño, quien confiesa que al principio 'solo había desconocimiento'.
'Nos preguntamos cómo íbamos a hacer para enseñarle a leer o escribir. No sabíamos si iba a ser posible que estudiara. ¿Cómo explicarle matemáticas?', eran algunos de los cuestionamientos.
Hoy, con un Sammy que cursa cuarto grado, que obtiene calificaciones altas, que practica deporte y que hace champeta, parece que esas dudas se han resuelto.
El de los rizos rubios y gafas de protección es uno de los mejores alumnos de su curso. Trabaja al ritmo de sus compañeros, pero con estrategias diferentes. Por ejemplo, su sistema de lectura y escritura es el braille, que utiliza una serie de puntos de manera o superficie con relieve. Por eso, y teniendo en cuenta que los profesores del colegio no hacen uso del braille, se hizo necesario la ayuda de un intérprete.
María Magdalena Flórez es una licenciada en educación para personas con limitaciones o capacidades excepcionales, de 23 años. Todos los días apoya a Sammy con la traducción de los contenidos de los libros al braille, así como los trabajos del estudiante al lenguaje de tinta, para que los profesores puedan evaluar lo que hace.
Dos semanas antes de iniciar unidades o contenidos nuevos, cada docente comparte los materiales escritos a la intérprete para que Sammy tenga todo adaptado a tiempo. El día de la clase, Sammy aprende lo programado al tiempo que sus compañeros.
Flórez explica que además, mientras los profesores escriben en el tablero, 'verbalizan todo lo que están haciendo para que así Sammy pueda tomar dictado de eso'.
'Incluso es bonito ver que cuando los niños trabajan grupalmente, ellos mismos se ingenian para incluir a Sammy. Le preguntan cómo hacen el ejercicio o miran el resultado y lo comparan con ellos', cuenta Flórez.