Romario Mejía es de los hinchas furibundos que preferirían cambiar de religión, trabajo y mujer, antes que dejar su equipo de fútbol. Él lo reconoce. Por ese efecto que tiene la Selección Colombia, una fiebre que llegó a su clímax ayer, celebró doblemente el gol de la clasificación Tricolor.
Solo bastó que James Rodríguez hiciera lo suyo para que Mejía y cientos de hinchas se levantaran de su puesto y se empinaran una botella de cerveza. El moreno de dientes relucientes pegó un salto, se agarró fuerte la cara y levantó los brazos. Sus vecinos y hasta desconocidos del barrio La Ciudadela, al suroccidente de la ciudad, lo abrazaron y brincaron juntos. Brincaron alto y una de las sandalias, de quién sabe quién, salió volando.
En ese instante, en las afueras de un estadio Metropolitano Roberto Meléndez completamente apagado, las luces y sonidos de los televisores se sincronizaron en un solo canto, todos con la misma imagen. Nada diferente a 'Gooooooool de Colombia'.
Antes de ese pelotazo a la red, los cientos de aficionados que optaron por ver el partido de la Selección ante Perú en una de las tiendas más populares del sector aledaño al Coloso de la Ciudadela, dieron muestra de su buen estado físico y anímico, incluso de su potencial para aeróbicos durante un encuentro futbolístico. Sí, porque cada acercamiento de James, Santiago Arias o Duván Zapata al arco peruano, implicaba un movimiento perfectamente coordinado.
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Por ejemplo, Mejía estiraba las piernas y levantaba las manos, Javier Agámez arqueaba la espalda y cruzaba los dedos, y Aldair Osorio hacía cuántas señas se le ocurriera, como si los jugadores pudieran seguir las indicaciones que les daba mientras estaba frente a la gran pantalla.
Ni siquiera el tanto de los peruanos les aguó la fiesta. La bailada, la celebración. Paolo Guerrero clavó en el corazón de los colombianos un puñal del que se recuperaron cuando sonó el pitazo final que indicaba que el partido terminaba, cuando hicieron las matemáticas tras los resultados de rivales como Brasil (ganó 3-0 ante Chile) y obtuvieron el resultado esperado: Colombia tiene cupo a Rusia.
Atrás quedaron los problemas, dice Mejía. O por lo menos durante esos 90 minutos, dejó de preocuparse por la deuda de una quincena completa que tiene en el trabajo, el dinero de los pasajes que se gastó tomando y el familiar enfermo de su abuelo que está cuidando en la casa, a quien tiene que llevar todos los días al baño por una enfermedad de próstata.
'Soy realmente feliz, atrás quedan los problemas. Estuvimos bien parados y clasificamos. Eso es lo importante ahora', fueron las palabras de Mejía, quien celebró levantando una caja de cervezas.
En eso coincidieron los de la Ciudadela. Para Alexander Herazo, 'el sufrimiento valió la pena'. Para Karen Serna, 'la emoción ha sido inmensa'. Para toda la hinchada: el Mundial Rusia 2018 nos espera.