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La reciente captura de once integrantes de la banda delincuencial ‘los Correcaminos’, dedicada a la venta y tráfico de estupefaciente en poblaciones del centro del Atlántico, puso al descubierto una modalidad de transporte de droga que viene siendo utilizada por criminales locales y que, según las autoridades, sería un método macabro para introducir a los jóvenes desde muy temprana edad en el mundo de los alucinógenos.

Se trata de los ‘correos humanos’, término que desde tiempo atrás es aplicado a las personas que son utilizadas por narcos para sacar pequeñas cantidades droga del país a través de vuelos comerciales.

Según la Dirección de Antinarcóticos de la Policía Nacional (Diran), se ha evidenciado que esta es la segunda modalidad usada por el crimen organizado para traficar droga hacia el exterior. La droga suele ir adherida al cuerpo, ingerida o en equipaje de doble fondo.

El perfil que las redes de narcotráfico busca es el de personas con bajos niveles de ingresos y de estudio, con enfermedades terminales, extranjeros y también ciudadanos con poca frecuencia de viaje.

Sin embargo, la alerta que hoy se mantiene en los aeropuertos con vastos controles de rastreo ha hecho que esta modalidad pase a ser empleada en la calle.

Los municipios de Repelón, Sabanalarga, Luruaco y los corregimientos de esta última población, Arroyo de Piedra y Santa Cruz, eran las zonas de participación de la banda delincuencial.

La institución armada detalló que este grupo se dedicaba al tráfico de estupefaciente en cercanías de instituciones educativas y sectores vulnerables, con el fin de incitar a menores de edad al consumo de los alucinógenos y, en el peor de los casos, a involucrarlos a la actividad delincuencial.

Las capturas de los integrantes tuvieron lugar en el municipio de Luruaco. Estos fueron identificados como Andrés Pérez, Aura Coronel, conocida como ‘la Negra’; Fabio Redondo, Ronald Reyes, Handersson Bedauth, Adalberto Jiménez, Mónica Jiménez, Rafael Mercado, conocido como ‘el Conejo’; Carlos Algarejo, conocido como ‘el Titi’ y Wilfran Ayola, conocido como ‘el Porki’.

Esta banda delincuencial era liderada por alias ‘Jhon’, quien se encargaba de coordinar el transporte, distribución y comercialización de la sustancia, a través de correos humanos y encomiendas.

Los capturados fueron puestos a disposición de la autoridad competente por el delito de concierto para delinquir con fines de tráfico, fabricación o porte de estupefacientes.

El coronel Raúl Riaño, comandante de la Policía del Atlántico, explicó que el comercio de droga ha mutado y el tradicional expendio o ‘caleta’ de barrio, referenciado por los habitantes, ha cambiado por los correos humanos o servicios domiciliarios que, según él, cada vez más utilizan menores o niños para llevarles droga a las personas que lo requieren. Esto sirve para evadir los controles de las autoridades, pues, de acuerdo con Riaño, es más difícil requisar a un niño.

La Policía aún no tiene cifras de menores que sean utilizados para traficar droga, pero sí lleva investigaciones a través de la Unidad de Infancia y Adolescencia sobre esta actividad, uno de estos el de la menor de edad que fue rescatada semanas atrás por su padre en un barrio de la localidad Suroriente de Barranquilla luego de haber sido raptada para tal fin.

El caso

Kelly* salió de la Institución Educativa Distrital del barrio Simón Bolívar junto a una amiga. Ese 5 de septiembre, un muchacho de 18 años se les acercó en la puerta del plantel. El joven, al parecer, les pareció familiar, pues días antes lo había visto rondar a las afueras del colegio y hablar con otros estudiantes.

Él les ofreció acompañarlas a su casa en el barrio Simón Bolívar. Las dos jóvenes, ambas de 14 años de edad, accedieron. Tras aceptar esta propuesta, a Kelly la volvieron a ver el 15 de septiembre, en un sector enmontado del barrio El Limón de Soledad. Estaba drogada, desorientada y acompañada de tres desconocidos.

El padre de la víctima relató con rabia contenida lo que le ocurrió a su hija. Ricardo* se acercó a las instalaciones de EL HERALDO para entregar su versión de los hechos, de la búsqueda que él y su esposa emprendieron por 10 días para encontrar a la mayor de sus hijas.

El muchacho entró a una tienda. 'Trajo tres gaseosas en bolsa y las repartió', contó el padre. La amiga de su hija ya estaba a punto de llegar a su casa, pero para arribar a la casa de Kelly faltaban seis cuadras.

'Se sintió mal y no se acuerda de nada', compartió el padre, con un golpe en la mesa, lo que su hija le había manifestado.

Según la narración de Ricardo, la joven abrió los ojos–no sabe a qué hora ni qué día solo que era de noche- en un patio que no conocía. El hombre que le había ofrecido acompañarla a la casa ahora hablaba con otros dos hombres, pero en su estado de somnolencia se quedó dormida nuevamente.

Un tiempo imposible de determinar para la niña sintió un calor que la despertó. Estaba encerrada en un cuarto con otras dos niñas. Una de ellas era de Malambo y la otra de Sabanalarga. Intentó pedir comida pues llevaba varias horas sin ingerir alimento alguno.

La joven relató a sus parientes que una mujer, a la que identificaban como la ‘Vieja’, entró al cuarto con un vaso de jugo. A las pocas horas, Kelly se halló dormida nuevamente. Cada vez que despertaba la esperaba una nueva toma de este brebaje.

Ricardo cuenta que tras la segunda noche, a Kelly le comenzaron a inyectar una sustancia que ahora, debido al diagnóstico médica al que la sometió, sabe que es heroína.

A los tres días de estar en esta casa, 'le quitaron la ropa de colegio que tenía, la vistieron con un mocho, un buzo largo con capuchón, le recogieron el cabello y le pusieron una gorra', describió el hombre.

La joven no sabe la hora ni dónde estaba, solo que era tarde en la noche porque había poca gente alrededor. Un hombre la abrazó y guiaba su camino, el que en medio de los efectos de las drogas que le habían dado, no podía hacer. Esta vez llegó a una casa de material y tabla.

'Ella le pegaba a las paredes cada vez que se despertaba pero llegaban dos tipos y la inyectaban otra vez', dijo Ricardo.

'Las usaban como correo, las cambiaban y les ponían un bolso, adentro llevaban drogas, armas y plata. Como la veían en pareja con otro pensaban que era la novia pasaban desapercibidos', aseguró el padre de la joven.

Buscándola

Ricardo repartió fotos de su hija por varios barrios de Barranquilla y Soledad. Aprovechaba sus tiempos libres luego de salir del trabajo para preguntar por su hija. 'Me dijeron que la vieron en la urbanización la Playa, en el cementerio de Soledad, y en la 8', listó el padre los lugares en donde, junto a su esposa, fue a buscar a su hija por varias noches.

El 12 de septiembre recibió una llamada de un vigilante de un colegio aledaño a la calle 30 con carrera 34. 'No le va a gustar lo que le voy a decir', fue la frase con la que comenzó la conversación entre ambos.

Según la fuente, había visto a la joven 'caminando borracha por el monte con varios muchachos'. El padre le pareció confiable la información ya que el vigilante la distinguió por un mechón rojo que la joven llevaba en la parte delantera del cabello. Ricardo y su esposa se quedaron esa noche en un sector enmontado cercano al parqueadero en donde la habían visto. Buscaron desde las 8 de la noche hasta las 3 de la mañana: no vieron a nadie.

La noche siguiente regresaron. Repitieron la jornada con los mismos resultados. Al llegar el tercer día al mismo sector enmontado se encontraron con un grupo de personas. Uno de ellos les preguntó qué hacían ahí.

'Estoy aquí relajado con mi vacilón', fue la respuesta de Ricardo, quien recordó que tenía que 'bajarse a su nivel' para poder adentrarse en el terreno baldío por donde supuestamente pasaba su hija. No obstante estos los hicieron huir de allí con amenazas. 'Nos preguntábamos que hacíamos ahí pero igual seguíamos', anotó.

Regresaron el cuarto día, 15 de septiembre. El vigilante les había dicho que la joven acababa de pasar por el sector enmontado, eran las 9:30 de la noche. Ricardo y su esposa estaban a pocos metros de donde estaba su hija. Corrieron desesperados hasta llegar a la entrada enramada.

'Quédate aquí, si grito llama a la Policía, les dices que estoy allá adentro', le dijo a su esposa el hombre antes de comenzar su carrera bosque adentro.

Luego de unos segundos de correr, Ricardo cuenta que vio a dos hombres y a una mujer junto con una muchacha. 'Estaba encapuchada y tenía agachada la cabeza, no estaba seguro entonces decidí acercarme', relata.

El padre recuerda que uno de los hombres acercó su mano al cinto del pantalón, y con la otra le hace una señal a alias la Vieja, que le quita el bolso a la joven encapuchada. Esta levanta la cabeza y deja ver su rostro.

'Alto, esa es Kelly, mi hija y la está buscando la Fiscalía, están rodeados', dijo armado de un valor que Ricardo ahora ve como imprudencia.

Las tres personas salieron corriendo con Kelly a rastras, pues iba, según el padre, drogada. Uno de los delincuentes se enfrentó a Ricardo. En medio del forcejeo, pudo zafarse de él y siguió corriendo hacia donde estaba su hija. La habían dejado tirada en medio del monte y cada uno había tomado un camino diferente.

'Cuando la abrazo caí en cuenta de lo que había hecho. Me veo rodeado por oscuridad, y comienzo a gritar auxilio', evocó el hombre.

En ese momento, según cuenta, llegó una patrulla de la Policía. El presunto secuestrador que había forcejeado con el padre fue detenido y requisado por los dos patrulleros.

De acuerdo con la versión de Ricardo, al hombre lo dejaron ir puesto que su hija estaba reportada como 'desaparecida y no secuestrada'. El supuesto delincuente fue identificado por la patrulla y dejado en libertad puesto que no existía un denuncio en su contra ni una orden de captura vigente.

A falta de recursos para lograr el arresto de quien sería uno de los secuestradores, Ricardo llevó a su hija a un centro asistencial adonde fue valorada. 'Mi hija me decía ‘suéltame’, ni siquiera sabía quién era yo', puntualiza el padre el momento en que comenzó a dimensionar lo que le había pasado.

Según cuenta, su hija de 14 años había sido drogada y abusada tanto sexual como mentalmente durante los diez días que duró su rapto. Ante esta situación, Ricardo internó a la joven en un centro de rehabilitación y adelantó las diligencias para interponer los respectivos denuncios en contra de los captores de su hija.

No obstante, para comenzar la investigación, las autoridades necesitaban el testimonio de la joven, que durante los primeros días permanecía en un estado de shock.

Además de esto, Ricardo afirma que a los tres días de haber recuperado a su hija recibió una llamada que lo amenazaba de muerte a él y toda su familia si 'abría la boca'. Asegura que al menos en cuatro ocasiones, motos han llegado a su casa preguntando por él y su hija Kelly.

Intentó pedirle apoyo a la Policía, pero estos, el único apoyo que le brindaron fueron los números personales de los policías del cuadrante para que estuvieran atentos ante cualquier eventualidad. Este 'esquema de seguridad' no le pareció suficiente y por esta razón decidió mudarse.

Actualmente sus otros hijos no asisten al colegio. Aun cuando debe permanecer escondido, trabaja a domicilio cumpliendo contratos cortos. 'Arreglo una tubería aquí, una puerta allá, lo que necesiten yo lo hago porque por más de que me quieran matar, hay que llevar el pan a la casa', dice indignado.

La fuente de este sentimiento surge en la vida injusta que siente que está viviendo. 'Me la violaron física y mentalmente, la tengo en un centro de rehabilitación, no sé hasta cuándo, y resulta que ahora soy yo el que tiene que salir de la ciudad, resulta que soy yo el que tengo que huir', dijo.

La joven progresa en su estado y días atrás pudo dar su primer testimonio ante la Fiscalía de lo sucedido.

Por su parte, una representante de la Institución Educativa Distrital del barrio Simón Bolívar, aseguró que la joven nunca había tenido problemas anteriormente de disciplina y es la primera vez que ocurre un incidente como este en el colegio.

El Gaula de la Policía también se encuentra investigando el caso.

*Nombres cambiados para proteger la identidad de las víctimas.