En el video captado con el celular de su novia, Joyce Cervantes, ‘Lasiempreviva’, como aparece en Facebook, Angello Alzamora Córdoba se muestra absolutamente feliz. Nadie puede predecir la tragedia, igual pasa con las celebraciones, la alegría. Tiene razón Jorge Luis Borges: 'La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene'.
Era sábado, 18 de noviembre de 2017, el reloj estaba cerca de marcar las 11 de la noche, aproximadamente. El nuevo mártir de la delincuencia callejera en Barranquilla había hecho un stop muy cerca de la esquina de la calle 79 con carrera 58. Flexionó un poco las rodillas y empezó a entrecruzar los brazos, parecía una champeta bailada con la desfachatez de una marimonda, como las que muchas veces grabó en los desfiles carnavaleros de la Vía 40. Se escucha la risa de su novia atrás, él también sonríe, pero sigue con su performance de segundos, en una baldosa. Solo él escucha la música.
Una hora antes estaban comiendo, tal vez aprovecharon esa promoción de hamburguesas que ese fin de semana llegó a su final, como su vida. ¿De qué hablaron?, solo Joyce lo sabe, fue imposible contactarla para poder preguntarle.
7:30 de la noche
A esa hora del mismo sábado Angello salió de su oficina en el Centro de Barranquilla, calle 43 con carrera 45 esquina, edificio El Legado. Su amigo de recorridos en moto, colega de trabajo y consejero musical, Miguel Insignares, se tomaba una cerveza mientras esperaba un taxi. Angello lo vio y le pidió el ‘chance’.
Ya en el vehículo le contó que había dejado su moto Vespa en el taller porque se le había dañado la biela. El repuesto le costó 40.000 pesos y entre el domingo o el lunes la iría a buscar. 'Qué tanto es un día sin la moto', le dijo.
'La compró toda desbaratada, sus primeros suelditos se los invirtió, para él su moto lo era todo. La decoraba, la brillaba, le ponía adornos. Hicieron su club Vespa, iban a Puerto Colombia y otros lados, eran muy unidos', recuerda su mamá, Myrian Córdoba.
Finalmente el taxi dejó a Angello en la calle 79 con carrera 50. 'Iba a comer con la novia en la vaina de las hamburguesas' y luego, posiblemente, irían a una fiesta picotera.
'Él trabajaba con la cámara y estaba cogiendo ‘full’ experiencia en la edición, siempre preguntaba cosas, le daba consejos. Era muy maduro, nunca lo vi como un ‘pelao’, era mi amigo, andaba con nosotros de tú a tú. Al principio sí, bueno, tenía 17 años, o sea', relata Miguel, confundido, triste, con las manos cruzadas atrás de la cintura y recostado a la pared de la casa donde vivió Angello. Luego, una sonrisa se le escapa. Rememora el día que su ‘llave’ llegó a mostrarle su Vespa destartalada. 'Era un ‘tatatatatata’ que se sentía a dos o tres cuadras y despertó a todo el edificio, tenía el mofle dañado, él la fue arreglando.
Hace dos o tres semanas recorrimos todo el departamento del Atlántico'.