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En la madrugada de mañana muchos encenderán las velitas que mantienen viva la llama de esta tradicional fiesta en honor a la Inmaculada Concepción. Con esta celebración se marca el inicio de la temporada navideña.

Un elemento importante que contribuye a esta práctica que tiene un sentido religioso, son los faroles, que sirven para resguardar de las fuertes brisas mañaneras, el fuego de las velitas.

Una de las ‘fábricas’ de faroles funciona en la calle 10 No. 22-26, barrio La Luz. Allí vive la familia Ferrer, liderada por Tomás Francisco Ferrer Escobar, de 99 años, quien hace 40 años se metió en este negocio que le sirve de entretención y también para ganarse unos buenos pesos.

Este nonagenario, oriundo de Remolino (Magdalena), y que a la edad de 45 años se radicó en Barranquilla en busca de mejores oportunidades, trabajó como carretillero en el mercado; y luego vio la oportunidad montar su negocio al conocer de cerca el proceso de producción de faroles. 'Vi a unos amigos que les iba bien con esta actividad y aprendí lo necesario para independizarme. Afortunadamente me ha ido muy bien porque soy precavido y no dejo que me ‘coja el tiempo’', explica don Tomás, como es conocido en este populoso barrio situado en el suroriente de Barranquilla.

Desde el 2 de febrero don Tomás, que camina apoyado por un bastón, comienza a cortar madera para preparar su producción anual de 20.000 faroles. En esto le ayudan 2 de sus 12 hijos; 4 de sus 50 nietos y 4 de sus 48 bisnietos.

'Les he enseñado los secretos de este arte, desde dónde encontrar la mejor madera en los aserraderos, hasta la manera de hacer los amarres para que los comerciantes los puedan transportar. Me siento muy feliz de tener unos buenos herederos que me ayudan a mantener esta tradición', sostiene.

Tomás Francisco llegará el próximo 27 de febrero al siglo de vida, y pese a que tiene problemas cardíacos y auditivos, afirma que le tomó tanto amor a la Navidad que es por eso que durante el resto del año trata de estar ligado a ella con la elaboración de faroles. 'Me gozo diciembre al máximo, aún puedo tomar Ron Blanco, ese es el que me dejan beber y para una noche como la de mañana (hoy), hacemos un parrandón para celebrar todo el esfuerzo y aporte que hacemos a esta fiesta con el sudor de nuestra frente'.

Jornadas intensas de trabajo

Don Tomás despierta todos los días a las 3 de la madrugada, y entre risas confiesa que se come dos desayunos y dos cenas. Su dieta es básicamente de pescado, yuca y plátano, lo que según él lo mantiene como un roble. 'A eso de las 4:30 a.m. empiezo a necear, hago pausas, mamogallo y sigo hasta que se hacen las 6:00 p.m. que ‘recojo el circo’, en ese son me hago como 100 faroles al día'. Su nieta Brenda Ferrer, explica que la producción va a parar a municipios del Magdalena, Cesar y Atlántico. 'Es un proceso dispendioso, pero muy bonito porque uno se entretiene y ayuda a que esta tradición no se apague.

Yo soy la encargada de pegar y sellar los faroles que posteriormente son vendidos a $1.000 por unidad y a $600 al por mayor'. Nilson Jiménez González, bisnieto de don Tomás, que ayuda a sellar faroles y en el amarre final para que sean montados en camiones y carretillas, expresó sentirse orgulloso de su familia. 'No es fácil lo que ha logrado nuestro abuelo, yo apenas inicié en esto el año pasado y ahora quiero seguir trabajando para extender su herencia'.