Compartir:

El reloj marca las 6:30 de la mañana. Un hombre en overol, con botas, guantes y tapabocas, comienza su jornada diaria de limpieza. Por su equipamiento y meticulosidad, cualquiera podría pensar que entra en contacto con desechos tóxicos de alta peligrosidad, pero no: recoge servilletas, botellas vacías, empaques de papas fritas y condones, varios condones. Luego saca a relucir sus principales ‘armas’ de trabajo: un trapero, una botella de desinfectante y un ambientador tropical, con los que intenta borrar las manchas del piso y la silletería de la única sala de cine porno que sobrevive en Barranquilla.

'Aquí me encuentro de todo, pero uno tiene que cumplir con su trabajo', dice el aseador que, como el resto de los empleados del lugar, pide no revelar su identidad.

Cuatro horas y media después, a las 11 en punto de la mañana, una estera metálica entreabierta comienza a ‘tragarse’ a las personas que salen de ese hervidero de ventas ambulantes, restaurantes y almacenes de ropa que es, en ese momento del día, la calle 37 con carrera 44, donde en 1976 fue inaugurado con toda la tecnología de la época el teatro Royal Centro, que desde 1980 proyecta películas triple x en pantalla gigante.

Con movimientos felinos para evitar los ojos inquisidores de los demás, los primeros clientes se agachan para traspasar la cortina de hierro pintada de blanco y entrar al reino que muchos de ellos visitan a diario. Son, en su mayoría, hombres cuarentones y otros de mayor edad, pero también es frecuente la presencia de travestis, entre ellos algunos que no van a 'disfrutar' la función, sino en busca de unos pocos pesos a cambio de favores diversos.

Al costado derecho de la entrada, tres carteleras, cada una dividida en cuatro, estimulan la vista de los clientes con doce opciones de películas para toda la semana. Deseos de veteranas 2, Secretos de hermanas y Chicas del porno 8, anunciadas con imágenes de parejas en pleno coito, con estrellas blancas que apenas alcanzan a cubrir sus genitales, atraen a los seguidores ‘fieles’ –alrededor de 200 por día, según el administrador, aunque en el momento solo hay unos 40– que han logrado que esta sala continúe abierta en una era en la que la pornografía se encuentra a la mano en el dispositivo móvil, a solo un clic de distancia y sin miradas acusadoras.

Fue esta una de las razones para el cierre en 2008 del teatro Rex, que al igual que esta sala proyectaba filmes para adultos de manera rotativa entre las 11:30 de la mañana y las 7 de la noche.