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Un iceberg de trapos usados pone a prueba el olfato de un buen comprador. Brigith Quintero, una estudiante de cine de 20 años, husmea entre los pulgueros de ropa de segunda mano en busca de la última pinta del año. Con un poco –o mucha– suerte podría dar con una prenda Versace, Chanel o Dior a menos del precio de un almuerzo ‘corrientazo’.

Sobre la calle 30 entre carreras 38 y 40, en el sector conocido como Barranquillita, los cazadores de promociones encuentran maremágnum de ropa a costo de pasaje de bus. Camisetas desde $2.000, shorts a 4.000, abrigos de invierno de $7.000 y jeans de hasta $25.000. Pregunte por lo que no vea. Hay vestidos de baños, de novias, pijamas, medias y hasta sensuales babydolls, a la venta.

'Esta camiseta que llevo puesta la conseguí hace unas semanas a $3.000, pero su precio real en Internet es de $120.000', cuenta la joven cineasta, mientras se mira el pecho. Lleva una pieza original de Mr. Doodle, un artista británico reconocido por sus obras obsesivas compulsivas, hechas a punta de garabatos.