Es 25 de diciembre en la mañana y las calles de Barranquilla están desiertas, sin tráfico y con los rastros que dejó la celebración de la Navidad la noche anterior.
Con el correr de la mañana los andenes y terrazas en los barrios de la ciudad se convierten en cocinas, y en ellas se ven enormes ollas calentándose, anunciando que en pocas horas estará listo el remedio perfecto para curar el guayabo: un tremendo sancocho.
Hay quienes encontraron en un chapuzón y en una hamaca a la orilla de la playa, el plan perfecto para disfrutar en familia la llegada del ‘Niño Dios’. Así lo manifiesta Diomedes Palacio, un barranquillero de 35 años, quien asegura que 'desde que tiene memoria' va a la playa cada 25 de diciembre.
Afirma que es una tradición que heredó de su padre y que está inculcando en sus dos hijos, quienes a pocos metros construyen castillos de arena en la orilla de las playas de Puerto Colombia.
'Es rico venir a pasar el día el 25 de diciembre, los niños se divierten y uno aprovecha para tomarse dos o tres cervecitas para pasar el guayabo por los traguitos de la noche anterior', manifiesta Palacio, mientras descansa acostado en una hamaca.
Tres chozas más delante del lugar de descanso de Diomedes, Freddy Miranda, un pensionado barranquillero, se devora una mojarra frita que, por sus dimensiones, tiene la cola por fuera del plato.
Acompañado por su esposa, hijos y nietos, Freddy afirma que no hay nada mejor que pasar el 25 de diciembre y el 1° de enero bañándose con agua salada. 'Uno no puede pedir más que el mar, la brisa y un pescado con arroz de coco. Es algo que he disfrutado toda mi vida', sostiene Freddy Miranda.
Sancocho de mamá
El olor que brota de una enorme olla de sopa que se cocina en la terraza Blanca Bolívar, en el barrio Me Quejo, se siente en toda la cuadra. Mientras con un cucharón menea el sancocho de mondongo que lleva preparando desde hace tres horas, indica que el 25 de diciembre es la oportunidad perfecta para reunirse con sus hijos y nietos.
Orgullosa afirma que sus hijos le recuerdan constantemente que hace las sopas más ricas del mundo. 'A ellos es encanta la sopa que yo hago y en esta fecha siempre nos reunimos, traen a mis nietos y pasamos un día en familia, compartiendo, escuchando música y comiendo', precisa Bolívar.
Guayabo en la sombra
Bajo la sombra de un árbol conocido como ‘Huevo de Burro’, en el barrio Continente, Alonso Amaya acostumbra a pasar el guayabo cada 25 de diciembre. Además de descansar, él aprovecha para echarles un ojo a sus nietos, quienes juegan a un costado del andén en una piscina inflable.
'Con una cervecita en mano y escuchando la música que tienen los vecinos, es mi forma de pasar el 25 de diciembre. Además aprovecho y vigilo a los ‘pelaos’ mientras juegan con los regalos que les puso el niño Dios', señala el hombre que reposa con los pies sobre las sillas y con una botella de cerveza en la mano.
Tradición familiar
El 25 de diciembre es el día perfecto para que los Canchila se reúnan. Sobrinos, tíos, abuelos y nietos, se citan en la casa de Marco Fidel Canchila, el mayor de la familia, para hacer un asado y para que los menores jueguen en la calle, que es tapada con cinta por los vecinos del barrio La Sierra, en el suroccidente de la ciudad, para que no pasen vehículos.
Mientras asa un pedazo de carne, Marco manifiesta dichoso que le encantan los 25 de diciembre porque es el día en que puede tener y disfrutar a toda su familia completa. 'Yo no me cambio por nadie, siempre vienen 20 o más personas y yo soy feliz recibiéndolos en casa, asando carne y atendiéndolos', señala el ‘patrón’ de los Canchila, mientras pide a todos que se acerquen para tomar una foto familiar, como es costumbre cada año.