'Me salvé porque llegué atrasado a la estación, donde tenía que formar junto a los compañeros que cayeron. Antes de salir a la ‘relación’, quise diligenciar unos documentos que tenía pendiente. En realidad me puse a hacer esto para tener ‘tener una excusa’, y evitar la segura reprimenda que tenía ganada debido a mi retraso. Conmigo estaban otros cinco compañeros en las oficinas, que también se salvaron del atentado, que no sufrieron ni un rasguño'.
Así comenzó un patrullero sobreviviente e ileso en la voladura de la estación de Policía del barrio San José, la narración que le hizo a EL HERALDO sobre la dura experiencia que vivió en el pavoroso atentado terrorista que dejó 5 uniformados muertos y 38 heridos, hoy hace siete días en la estación del barrio San José.
'La explosión me dejó sordo, aturdido, pero por formación policial supuse de inmediato de que se trataba de un ataque. Pero jamás pensé en algo tan grande, en realidad creí que habían lanzado una granada. Llegué a pensar también que era de algún compañero y se le había estallado.
'Lo primero que hice fue lanzarme al suelo, y arrastrarme buscando la salida. Al salir y lo primero que vi fue lamentable, todos mis compañeros caídos y sangrantes. Ahí comprendí lo que estaba pasando, algo que nunca uno espera suceda', agregó el policía, que solicitó reserva de su identidad.
El uniformado sigue contando que se incorporó y comenzó a socorrer a los heridos, mientras los otros sobrevivientes utilizaban sus equipos de radio e informaban lo que pasaba, y pedían ayuda al Centro Automático de Despacho (CAD).
'Ha sido el día más largo de toda mi vida en la Policía. El dolor, el llanto, la ausencia de los compañeros, pero sobre todo pensar que yo también hubiese estado entre los muertos, si no es por mi irresponsabilidad de ese día, de llegar retrasado a la formación.
El renacer de la estación
Desde entonces nada ha sido igual para los sobrevivientes que laboran en la estación, agrega el uniformado en su diálogo con este periodista. 'Eso sí, que quede claro, acá nadie se rendirá, porque cada policía se levantará las veces que sea necesario', manifestó. 'No hay motivo válido para una ofensiva así. Nadie merece morir de esa forma', sostuvo también.
Sobre la razón por la que había tantos efectivos policiales a esa hora en la estación, explicó que se debía a que recientemente le habían sumado el personal adscrito a la unidad Norte Centro Histórico, que se encuentra en reparaciones locativas. La estación Centro Histórico la integran cerca de 160 policías.
A las 6:40 de la mañana, cuando explotaron dos artefactos, formaban los agentes que tomaban turno, mientras que alrededor de las instalaciones se encontraban los uniformados que terminaban la jornada de madrugada y amanecer, e iban a descansar en sus residencias.
Levantarse con más fuerza
El personal fijo de la estación San José lleva siete amaneceres sumido en el dolor. Las paredes de este edificio aún atestiguan las heridas que de a poco curan con cemento, yeso y pintura.
'Todos los días es una tristeza absoluta. Con solo entrar a la estación se refleja el dolor, porque uno se transporta al día del atentado, de cómo se dieron las cosas, de lo impotente que estábamos. Es la hora y aún no asimilamos lo ocurrido', recalcó el patrullero entrevistado.
El silencio desaparece paulatinamente con las conversaciones entre uniformados que recién recobran el aliento. Y el discurso no puede ser otro más que ¡ánimo, saldremos adelante! 'Hemos tomado por costumbre saludarnos y darnos la bendición, recordar que somos más los buenos. Es imposible no sentirse inseguro, o tener nervios, pero todos sabemos a lo que nos ateníamos cuando escogimos esta profesión', siguió la fuente.
'¿Me pregunta que si me arrepiento de ser policía? ¡Nunca! Porque mi deseo es proteger la comunidad y tengo claro que en ocasiones esa meta requiere sacrificios. Continúo adelante, soportado en la moral que me da mi familia, la que siempre me espera en casa', precisó el patrullero sin titubear a lo largo de su afirmación. Donde explotaron las bombas aún están las flores que honran la memoria de los caídos, al igual que sus pertenencias desgarradas. En lugar de ser un re-cuerdo atormentador, se ha convertido en un símbolo de fuerza. 'Eso es nuestro camposanto. Por ahí pasamos para orar o dejar un flor', añadió el patrullero.
Nuevas medidas de seguridad
Pero levantar la cabeza y querer seguir adelante no es suficiente. Las medidas de seguridad se han reinventado. En la estación San José no existía la figura del centinela, que ahora ejerce presencia en la parte frontal y posterior del edificio.
Durante las 24 horas se rotan tres turnos de vigilancia. Dos patrulleros custodian los predios en ciclos de ocho horas.
Así mismo se cancelaron las formaciones a la intemperie, dado que San José no tiene un patio cerrado para las revistas matutinas. A raíz del atentado los policías forman en el comando central y de ahí se dirigen a sus CAI respectivos.
En la estación San José solo van a trámites administrativos o si se requiere una gestión en el armerillo.
'La gente del barrio nota el cambio y puede tener algo de miedo, es normal que se sientan vulnerables, pero su Policía Nacional saldrá adelante, nos levantaremos de esta y continuaremos cumpliendo nuestra labor', sentenció el uniformado.