William Puentes lleva 38 años criando y entrenando palomas mensajeras. Empezó cuando tenía 17 años junto a dos de sus 11 hermanos.
Él es uno de los que se dedican a la Colombofilia, una práctica definida como el arte de criar las palomas con fines deportivos.
Asegura que su interés nació gracias a su hermano mayor, quién siempre estuvo ligado a esta práctica.
'A Saúl le gustaban mucho las palomas, y creó un club donde convergían varias personas interesadas en este hobbie. Sin embargo, él murió y aunque el club se desintegró, yo he continuado criando palomas y compitiendo', añadió.
Actualmente en el palomar instalado en el patio de su casa en el barrio San Isidro, adiestra a 23 aves para que sean capaces de volver cuando se le deja en libertad a grandes distancias. Afirma que en promedio gasta 100 mil pesos mensuales en su alimentación y mantenimiento.
Todos los días les abre la caseta que él mismo construyó y que mide dos metros de alto. A las 3:00 de la tarde salen a volar y una hora después con el silbido de William, saben que deben regresar a casa.
Relata que su mayor logró fue ver regresar a una de sus palomas luego de una travesía desde Rionegro, Antioquia hasta Barranquilla. 'Demoró apenas 10 horas en llegar a casa. La solté en Rionegro a las 7:00 de la mañana y ya a las 5:00 de la tarde estaba en casa. Recorrió un total de 560 kilómetros', contó el hombre de 60 años.
La competencia
'Ellas tienen un instinto natural que les permite regresar al lugar donde nacieron', asegura Puentes tras precisar que antes de iniciar entrenamiento a sus dos meses, se les coloca un anillo con su identificación cuando cumplen los 18 días de nacidas.
En su primer vuelo deben atravesar un kilómetro hasta llegar a casa. 'A medida que van superando la meta, se le van sumando distancias', narró.
Cuando ya están listas para competir, estas palomas que en su primer año pueden volar unos 300 kilómetros, son conducidas al punto de suelta designado. Desde allí se las deja en libertad para que regresen a sus palomares.
'A su regreso se comprueba con relojes especiales el tiempo invertido en el vuelo. Con los tiempos de las palomas llegadas y comprobadas, se establecen clasificaciones individuales o por equipos. La primera en regresar es la ganadora', contó Puentes.
Puentes asegura que las competencias nacionales se han puesto a la par con la tecnología. 'A las palomas se les coloca un chip electrónico que permite registrar el momento exacto de su llegada'.
Según este colombófilo, lo máximo que pueden volar las palomas mensajeras son 600 kilómetros entre 60 y 70 kilómetros por hora.
Sin dudar, admite que lo más satisfactorio es ver regresar a sus aves. 'Siento una alegría inmensa porque ellas hacen una travesía tan grande sin saber dónde están y pueden regresar pese a la lluvia, las montañas, el sol o los depredadores. Es una proeza tremenda', manifiesta Puentes.
Pero no siempre regresan. La falta de orientación, capacidad física, heridas o ataques de otros animales, impiden que muchas lleguen a su destino.
Las que superan las distancias, se valorizan y de acuerdo a sus records, pueden costar entre 125.000 y 5.000.000 de pesos.