'¡Quedan cinco minutos, corran!', advirtió desesperado uno de los vigilantes del colegio La Salle de Barranquilla, a falta de poco tiempo para que se cerraran las urnas de votación.
Algunos sufragantes esperaron hasta la última hora permitida para ejercer su derecho al voto, lo que provocó en distintos puntos la necesidad de hacer una labor maratónica para que esos pocos ciudadanos pudieran alcanzar a depositar sus apuestas para el Senado de la República y la Cámara de Representantes.
A las 4:00 p.m. se escuchó en la institución educativa el sonido de una campana que indicaba que el tiempo había acabado. El tilín tilín llegó acompañado de los aplausos de jurados y delegados de la verificación biométrica, quienes celebraron la misión cumplida.
Mery Perea, una secretaria de 36 años, fue una de las últimas personas en ingresar a las instalaciones del colegio. Antes de que el reloj marcara las 4:00 p.m. la mujer había inscrito su cédula en el sistema biométrico, pero cuando quiso caminar hacia su mesa de votación, los uniformados de la Policía le informaron que su oportunidad había caducado.
'Me siento un poco frustrada. No alcancé a votar porque el trancón de Barranquilla no me dejó. Demoré casi una hora en una carrera que me cuesta media hora normalmente', expresó Perea, mientras guardaba sus documentos en el bolso.
Explicó que había decidido arribar a su punto de votación en horas cercanas al cierre porque justamente 'esperaba menos congestión'.
En eso coincidió Silverio Candanoza, un ciudadano que salió desmotivado de La Salle por no haber alcanzado a votar. El hombre contó que había logrado sortear y evadir los obstáculos propios del tráfico en la ciudad, pero al llegar al colegio se encontró con un problema que le costaría minutos vitales: no había donde parquear.
'Cuando llegué casi me ponen un comparendo porque no encontraba un lugar para dejar el carro. Mientras buscaba parqueadero me cogió el tiempo, pude inscribir la cédula pero en la mesa me dijeron que ya eran las 4:00 p.m. y todo estaba cerrado', narró Candanoza, de 65 años.
En sus manos sostenía el certificado de biometría donde se constaba la hora en la que notificó su arribo al sistema. A las 3:58, faltando dos minutos para que cerraran las urnas.
'Es que a nosotros nos parece mejor venir a votar en la tarde. En la mañana hay mucha gente, se arman desórdenes y es cuando más se compra el voto', opinó Dagoberto Castañeda, de 58 años.
El elector llegó a su punto de votación, el colegio Don Bosco, con sus amigos más cercanos. Ellos defendieron el voto a 'última hora' porque, según consideraron, 'quienes votan bien temprano suelen ser los que venden el voto'.
'El que viene en la tarde es quien vota a consciencia. A esta hora ya los políticos no están llevando a nadie en buses ni dando plata por nada. Por eso venimos media hora antes del cierre', justificó entre risas.