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Un día, frente a la estela de dolor y muerte que dejó la arremetida de la violencia en el corregimiento de El Salado, en El Carmen de Bolívar, Mayerlis Angarita Robles se prometió que no renegaría más por el episodio fatídico que había marcado su vida: la desaparición de su mamá a manos de paramilitares.

Después de solo cinco días de esa masacre registrada en marzo de 2000, ella estuvo allí como miembro de una comisión de acompañamiento de varias instituciones, y todo lo que vio la hizo entender que quizás el sufrimiento de otras personas era mucho más fuerte que suyo y que probablemente estaba en sus manos ayudarlas.

Entonces empezó a congregarse con mujeres víctimas de la violencia que habían llegado desplazadas a su pueblo, San Juan Nepomuceno, y, prácticamente a escondidas por temor a los actores armados, le dieron forma al colectivo Narrar para vivir por el cual recientemente recibió en Alemania el Premio de Mujeres Anne Klein 2018, junto a la periodista Jineth Bedoya, cuya lucha por las mujeres ha sido destacada en diferentes escenarios. En esta la creación del proyecto destaca el apoyo de la socióloga Katrin Martínez.

Angarita Robles viaja cada semana desde San Juan a Barranquilla para estudiar Derecho en la Universidad Simón Bolívar en una jornada maratónica de dos días en la que ve todos sus créditos. Así está cumpliendo ese sueño que tenía desde niña y que le ha permitido delinear su iniciativa con el conocimiento de las normas que rigen el país. El escaso tiempo con que cuenta lo comparte con sus hijos pero también con la gran responsabilidad de la representación de las organizaciones de mujeres víctimas del conflicto armado en el seguimiento al acuerdo de paz suscrito por el Gobierno con la guerrilla de las Farc.

'Cuando vi la realidad de El Salado yo tenía 19 años y hacía 5 que había perdido a mi mamá. Al darme cuenta de lo que le hicieron a las mujeres, a sus familiares, todo lo que vivieron estas personas, salí dándole gracias a Dios por lo que había vivido, y prometí que no iba a desperdiciar más mi vida buscando salidas por las vías de hecho sino que tenía que comenzar a organizar a la gente que había sufrido y buscar las vías de derecho', reitera.

El grupo de mujeres comenzó preparando una olla comunitaria y haciendo encuentros para narrar su dolor. A través de la narración oral y la fuerza de la palabra han seguido acompañándose en los duelos postergados, la pérdida del sentido de la vida y todo lo que tiene que ver con la recuperación del autoestima; a eso le llaman desarrollo humano sostenible. De la misma forma tienen un componente sobre derechos de la mujer, que trabajan en una escuela itinerante que cuenta ya con una metodología escrita. Otro componente es la incidencia y participación política, que ha servido de base para que varias ellas hayan llegado a aspirar a ocupar cargos de elección popular.

La activista sufrió dos atentados contra su vida, uno en 2012 y 2015, que en lugar de hacerla desistir de su labor le dieron ánimos para retomar sus estudios profesionales. Aunque cuenta que tuvo que hacer un pare para poder seguir. En la actualidad es además una destacada integrante del Semillero de Investigación e Innovación de Unisimón.

Sobre el premio internacional concedido por la Fundación Heinrich Böll por su dedicación y trabajo por los derechos de las mujeres y solución pacífica de conflictos, Angarita dice que le enorgullece porque no es reconocimiento a ella sino 'a la lucha de las mujeres en el país y porque es la primera vez que Colombia se gana este reconocimiento a través de dos mujeres que ocuparon ese primer puesto'.

Para ella fue una experiencia impresionante vivida durante 17 días en Berlín, donde además conoció la nieve, pero también porque en el mundo se conoce que hay muchas mujeres que luchan en Colombia 'para que a nuestros hijos no los secuestren, nos los maten, que no haya guerrilla ni paramilitares, y ni siquiera acá se reconoce eso'.

El colectivo Narrar para vivir tiene presencia en 15 municipios de la subregión de los Montes de María, con 840 mujeres.