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'Tengo recuerdos muy bonitos de mi esposo. Él era muy alegre y muy buen padre de nuestros cinco hijos'. De esta manera Petronila Mendoza comienza el relato sobre la desaparición de su cónyugue, del que no ha vuelto a saber desde el 29 de diciembre del año 2000.

Ya han pasado 18 años desde que una asonada de un grupo paramilitar irrumpió la tranquilidad de la finca en la que vivía esta familia en El Carmen de Bolívar. Desde entonces, solo la incertidumbre se ha apoderado de esta mujer y de sus hijos, con los que tuvo que desplazarse hasta el municipio de Tubará, en la zona costera del Atlántico, por el conflicto armado colombiano.

'Llevo 18 años sin saber qué pasó con mi esposo y ha sido duro, porque es una incertidumbre diaria sin saber si de verdad está muerto o puede que esté vivo y también nos esté buscando', manifestó Petronila, quien aseguró, además, que no espera ningún tipo de compensación económica por la desaparición de su esposo, pero sí 'claridad' del Gobierno para saber qué pasó exactamente.

De acuerdo con las cifras del Registro Único de Víctimas, con corte a 1 de agosto de 2018, esta mujer hace parte de las más de 170.000 víctimas de desaparición forzosa entre directas e indirectas en todo el país.

En Atlántico, según la Unidad para las Víctimas, son 3.163 afectados por este tipo de violencia, quienes ayer conmemoraron el Día Internacional de las Víctimas de Desaparición Forzada.

La Conmemoración

A la Conmemoración, que se llevó a cabo ayer en la Casa de la Memoria, asistieron más de 30 personas familiares de desaparecidos, quienes contaron cómo ha sido su proceso desde que sus familiares les fueron arrebatados por grupos al margen de la ley o por supuestos falsos positivos de la fuerza pública.

Uno de los relatos más conmovedores fue el de Rosario Arroyo, madre de Hernando Díaz, quien se encontraba prestando el servicio militar cuando desapareció hace 25 años. Desde entonces —relata Rosario— emprendió una batalla para conocer la verdad sobre el paradero de Hernando, quien hoy en día tendría 45 años de edad.

'Ha sido muy duro vivir sin saber qué pasó con mi hijo. Es una agonía diaria, y aunque me parece injusto todo lo que le pasó, sus recuerdos me han mantenido fuerte y en pie', manifestó Rosario con un tono de voz que denotaba nostalgia.