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Lo que hasta hace 48 años era una finca cubierta de una espesa zona verde, con distintas especies de animales, hoy es un barrio estrato tres, con casas de fachadas elegantes, vehículos en sus terrazas, parques públicos, callejones angostos, con dificultades en la movilidad y con una constante percepción de inseguridad por parte de sus habitantes, quienes dicen que el tiempo no lo cambió mucho, así como tampoco le modificó el nombre: El Silencio, tal cual como se llamaba también la finca.

De acuerdo con el líder comunal de esta urbanización, Enrique Durán, desde que el desaparecido Instituto de Crédito Territorial le dio un estatus residencial a esta zona de la localidad Suroccidente de la ciudad, poco ha sido el cambio, pues en gran parte fue entregado pavimentado y con amplia arborización.

'El barrio comenzó a ser parcelado y el 24 de octubre de 1970 fueron entregadas las primeras casas del barrio El Silencio. Es quizás uno de los mejores barrios que se ha construido en Barranquilla, con casas de dos pisos y totalmente urbanizado', manifestó el administrador de empresas, quien recordó que este barrio fue hecho para familias jóvenes, recién conformadas.

Durán agregó que, por naturaleza, El Silencio ha tenido modificaciones que lo han llevado a modernizarse, a partir de sus casas con amplios balcones y terrazas. También por las zonas comerciales 'en constante ruido' que, en ocasiones, no va acorde precisamente con el nombre del barrio.

'Lo único que es silencioso en El Silencio son los callejones apartados de las vías principales, donde el pito de los carros o la velocidad de los buses acaban con la tranquilidad que caracteriza al barrio', aseguró Víctor Acuña, quien agregó que es en las jornadas de la mañana cuando reina más el silencio en comparación con el resto del día.

Uno de los más longevos

El tiempo también le pasó a Feliciano Vega Puertas, quien hace 104 años nació en Turbo (Antioquia) y hoy supera el centenario de edad viviendo en la carrera 26C3 con la calle 79, convirtiéndose así en uno de los más longevos residentes de Barranquilla y el más veterano del barrio El Silencio.

Conversa, pero sobre los temas que sean de su agrado, como el boxeo, el cual recuerda a menudo debido a que, según relata con un tono de voz muy bajo pero capaz para hacerse entender, lo practicó en 1936; es decir, cuando tenía 22 años.'Fui dos veces campeón, como novato y como profesional', repite una y otra vez mientras golpea el suelo con el bastón, al que le imprime su máxima fuerza que aún posee en el brazo izquierdo.

Vive en la casa de su única hija, tiene seis nietos, cinco bisnietos (otro falleció) y un tataranieto. Su comida favorita es la mojarra y el cangrejo. Sin embargo, en su autoridad para recomendar una alimentación saludable, apunta: 'Hay que comer de todo, yo comía de todo'.

Por su parte, una de sus nietas, Rubiela Brito, confesó que, ante su edad, los únicos medicamentos que consume son acetaminofén y tiamina. 'Tiene bien la presión', sostuvo.

Pero Feliciano Vega no solo fue boxeador. También se dedicó a jugar damas, fue pescador y confeccionaba zapatos. 'Si no prospero en esto, prospero en lo otro. Así pensaba yo', aseguró el hombre de 105 años, quien añadió que 'no gritaba y tampoco cogía rabia'.

El árbol de bonga

En la calle 79 con carrera 26C1 de este sector, crece desde hace 60 años un árbol de bonga que fue plantado en la zona, el cual provee de sombra y aire fresco a tres edificios que se encuentran a su alrededor.

De acuerdo con Rosario Díaz, una de las vecinas beneficiarias de este cuerpo natural, el gigantesco árbol de más de seis décadas de sembrado no solo brinda un buen ambiente climático al entorno, sino un llamativo cuadro paisajístico.

'Los árboles son el pulmón de este barrio. Se les protege con mantenimiento permanente. En caso de que necesiten una poda, se le hace, respetando la norma ambiental. Por eso es que se ve tanto árbol y de grandes dimensiones por acá', sostuvo la gestora social.

Sin embargo, Alfonso Durán Peña, otro vecino del sector, mostró su preocupación ante el crecimiento de las raíces, que podrían afectar las bases de las viviendas aledañas, según manifestó.'Este árbol nos tiene perjudicados porque origina mucha basura. Además, bota como unos pepinos que cuando se secan, se meten en la vista y en el apartamento', aseguró el hombre de 83 años.

Calles ‘de bolsillo’

Una de las características que identifica a este barrio de los demás, según la comunidad, son las estrechas calles que, en los primeros años del barrio, no era tan notorio, pero que con el crecimiento del mismo en cuanto a población (8.635 personas) se quedó pequeño, afectando la movilidad.

'Los que estamos habitando ahora mismo el barrio, estamos padeciendo de estos ‘bolsillos’. Lo más complejo es que hay tanto vehículo que no hay dónde parquear y eso dificulta la movilidad', sostuvo.

Entre tanto, Jorge Eliécer Utria indicó que le preocupa la inseguridad en el barrio. 'Estamos en la terraza y no se puede sacar el celular, porque sería arriesgarlo', dijo, mientras hablaba con unos vecinos debajo de un palo de mango.

Es así como pasa el tiempo en El Silencio.