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En el universo inocente de su infancia que apenas alcanza los 4 años, Salomé Cano Mariño está convencida de que su papito permanece en el cielo prestando un servicio policial, enfundado en su traje verde oliva.

Sin embargo, le parece excesiva tanta tardanza, lo extraña, y por eso lo reclama.

'Mami, ¿por qué mi papá lleva tanto tiempo en el cielo, qué es lo que hace allá que no regresa?', le cuestiona con persistencia a la mamá, Karina Mariño González.

'Cuando me insiste con esas preguntas ya no sé ni qué responderle. Eso fue lo que se le dijo cuando pasó el caso, que su papito se había ido a trabajar al cielo, y se iba a demorar', cuenta Karina sin poder contener el llanto.

Salomé es una de las víctimas colaterales del pavoroso atentado con explosivos que hoy hace un año perpetró el Eln contra la estación de Policía del barrio San José, que dejó a seis uniformados muertos, entre estos el papá de la niña; el patrullero Anderson René Cano Arteta, 31 años, oriundo de Baranoa.

'Mami, yo quiero irme también para el cielo a ver a mi papá'.

'Cuando crezca ¿sí puede ir al cielo a verlo, mami. Me vas a dejar?'.

Son también otras de las reacciones de la infante, que la mamá tiene que enfrentar ya casi sin respuesta alguna.

'Es que estoy como retenida en el tiempo, me parece que todo hubiese sucedido ayer, por eso ya no sé qué decirle. Mi vida se partió en dos', agrega la joven viuda, oriunda de Tame (Arauca).

Salomé vive un mundo de fantasía alrededor de esa figura paterna que cada vez nota más ausente, y al parecer enfrenta una lucha constante en su ingenuidad de niña, para que esa imagen no se le extinga de sus recuerdos.

'Sueña con frecuencia con él, en cuanto despierta me dice: ‘Tuve una pesadillacon papi, lo vi con el uniforme’. Yo le aclaro que es un sueño, no una pesadilla, pero siempre repite esa palabra, ‘pesadilla’. No se cómo la aprendió', agrega la madre.

En ese mismo conflicto emocional la pequeña también suele abstraerse por largos ratos en su habitación, y ensimismada se concentra en un punto fijo en el espacio.

'Empieza como a dialogar con el papá, le muestra cosas de ella, el vestido que lleva puesto, los areticos, en fin. Una vez le escuché decir: ‘Papi mira esto que te compré’, como si estuviera conversando con él'.

Así ha transcurrido la vida de Karina Mariño durante estos últimos doce meses, viviendo el drama de su hija que reclama reencontrase con su papito; y ella sobreviviendo a su propio dolor de mujer enamorada de un amor que físicamente se ausentó para siempre, pero que aún conserva en la piel y en el corazón.

Afirma que la crueldad del atentado terrorista no solo truncó la parte afectiva de la familia, sino los proyectos que tenían para ese nuevo año que apenas despuntaba.

'Para el 2018 habíamos planeado casarnos, y las intenciones de Anderson eran también tener casa propia ese año, pues estaba atento al futuro de nuestros hijos, Salomé y Emiliano, que tiene un año'.

Por estos días la pena que arrastra Karina la revivió doblemente: la proximidad del primer aniversario de la catástrofe en la estación San José; y el atentado del pasado jueves 17 en la escuela de oficiales de la Policía, que cobró la vida de 20 cadetes y dejó heridos a 68.

'Con el carro-bomba de la escuela General Santander me trasladé a ese instante del 27 de enero de 2018, y me puse a llorar. Pensé en tantas familias que ahora padecen lo mismo que yo sufrí'.