Debido a los cambios climáticos que enfrenta el departamento del Atlántico, el nivel del mar en Santa Verónica ha subido, a tal punto que no ha dejado playas y el agua se está ‘tragando’ las casetas de 4 restaurantes que hace más de 40 años funcionan allí.
La afirmación la hacen los caseteros, quienes aseguran que desde octubre el nivel del agua empezó a subir, y en diciembre ya había avanzado alrededor de 50 metros, dejando así este sector del corregimiento turístico de Juan de Acosta sin playas y a los caseteros sin clientela.
'El turismo es el sustento de nuestras familias y desde el mes de diciembre estamos en esta situación', manifestó Loly Sabas, líder de la comunidad.
Aproximadamente 22 familias (entre propietarios, meseros y cocineros), se han visto afectadas con la situación. 'Nosotros no podemos decirle a los clientes que se queden, porque tienen razón, esto está feo, y da tristeza. Puede ser peligroso porque alguien se puede caer o golpearse', apuntó Carmen Padilla, una sextagenaria que ha dedicado su vida a atender el turismo en Santa Verónica.
Más de 10 palmeras y un árbol de clemont han sido arrastrados por la fuerza del agua y otras 5 se encuentran en riesgo de caer al mar, mientras que varios kioskos de palma también han sido devorados.
La oficina de Gestión de Riesgo del departamento explicó que la situación se debe a la erosión costera y que trabaja en la planeación de un proyecto para construir espolones en Santa Verónica.
Edinson Palma, Subsecretario de Gestión del Riesgo en el Atlántico, manifestó que 'trabajamos en iniciar estudios que nos dirán cuántos espolones se deben construir, las especificaciones técnicas y la ubicación, de tal forma que ayuden a mitigar ese fenómeno de cambio climático'.
Pérdidas millonarias
Cada uno de los establecimientos afectados ha dejado de recibir un promedio de 10 y 15 millones de pesos en la temporada de diciembre y Carnaval, debido a que por las condiciones en las que se encuentran sus espacios, los clientes prefieren irse a otros lugares.
Con la esperanza de que algún cliente se quede en sus instalaciones, a diario preparan comida que después tienen que comersela ellos o regalarla. 'Las sopas, el arroz con coco y la ensalada quedan ahí, comemos nosotros o la obsequiamos porque no se puede perder', expresó Rafael Molina, cocinero de uno de los locales comerciales.
Espolones artesanales
La situación ha obligado los dueños de los negocios a implementar alternativas con sus propios esfuerzos para contrarrestar los efectos de la naturaleza y disminuir las consecuencias.
'De la manera que sea, como nosotros podamos, ponemos sacos de arena, pero de igual forma el agua se los lleva', afirmó la líder.
Otra de las acciones que han puesto en marcha es la construcción de espolones artesanales, que consisten en cajas que construyen con varillas de hierro y rellenan con piedras, y los ubican delante de los negocios con el objetivo de que el agua siga avanzando.
Además, han optado por amarrar con cabuyas los kioskos y árboles que quedan en pie, con tal de sostenerlas y que no se caigan.