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Comienzan a atalajarlo. Primero ponen la silla de montar sobre una pequeña colcha con los colores verde oliva y mostaza. Acto seguido introducen en sus fauces la brida, un hierro plateado que intenta sacar con su lengua sin éxito alguno.

La pechera y los estribos son el último paso en la vestimenta. Se prepara para llevar en su lomo a un compañero de un 1,60 m de altura por cerca de 80 kilos de peso. Quizá le resulta extraño, hace más de dos años que no lo hacía en sus faenas laborales y ahora aprovecha su retiro.

Su volumen y paso son medianos. Su estructura fuerte y proporcionada le brinda una armonía a su figura. Su pelaje es color marrón rojizo, notablemente liso y sedoso. Es un ejemplar de líneas largas y armoniosas con ojos vivaces y expresivos, cola y cuello con larga melena y extremidades fuertes y finas, correctamente aplomadas, con 1,70 de alzada y 400 kilos de pesos, aproximadamente, un personaje digno de la realeza. Así es El Príncipe, el equino más antiguo que posee el Grupo de Guías y Carabineros (Gruca) de la Policía Metropolitana de Barranquilla.

Quizá no tenga corona, pero sí lo respalda una amplia trayectoria al servicio de la Policía Nacional con 20 años servicio de los cuales ha compartido 17 con la unidad de la capital atlanticense ubicada en el kilómetro 2 a la altura del municipio de Malambo, a menos de media hora de Barranquilla.

Nació el 17 de diciembre de 1998 en el Caballar Mancilla ubicado en Facatativá (Cundinamarca), donde la Policía Nacional tiene el criadero de semovientes equino y canino a nivel nacional.

Sus días actuales transcurren como los de un pensionado que se dedica a disfrutar los años que restan entre amigos como Don Elías, Nariño, Thor y otros, con muchos cuidados y plenitud de vida. Alimentación de tres raciones al día a base de forraje verde y concentrado, un baño mañanero con yodo o champú, y jornadas de estiramiento y esparcimiento en el potrero del lugar.

El patrullero Eduardo Rebollo, de la unidad de carabineros, quien preparó a El Príncipe para que este demuestre sus dotes, su entrenamiento en mansedumbre y adiestramiento, lo monta mientras el equino flexiona levemente sus patas como preparándose para correr.

Unas diez vueltas dio El Príncipe en una cancha con una extensión aproximada de 90 m x 45 m. Completó su jornada de ejercicios por el día.

Mientras corre, la brisa menea su pelaje y expone su dentadura, se podría decir que esboza una sonrisa quizá porque disfrutando el paseo.

'Él solía ser un compañero más en el trajinar de la vida diaria de nosotros, solía salir a patrullar con nosotros en los diferentes sectores bien sea rurales o urbanos de aquí de La Metropolitana. Ahora su rutina diaria consiste en ejercicios y estiramientos, bañarlo, alimentarlo y estar pendiente de él hasta que lleguen sus últimos días', indica el patrullero Rebollo, mientras retira la preparación para liberar al caballo de la molesta brida.

'Esto es lo que ayuda a direccionar y frenar al animal, y es tan molesto como usar brackets', dice cómicamente el uniformado.

El número A22 se encuentra marcado en el lado derecho de su cuello. Fue la numeración asignada cuando nació en el criadero. Así, al interior de su cuerpo reposa un chip donde se encuentran consignados todos datos del equino y puede ser rastreado en caso de pérdida o robo.