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El aroma a pescado frito junto al sonido de un caldero al que le están raspando el cucayo de arroz con coco se mezcla con el olor a humo y el ruido de una moto que acaba de acelerar. 'Páseme un limón', grita una comensal extendiendo su mano hacia una de las meseras, al tiempo que un gato maúlla creyendo que le arrojarían un trozo de alimento. 

Es mediodía y el local está en su máximo punto con la llegada de los clientes. 'Comidas corrientes y sancochos' es la otra oferta del menú. La escena no tendría nada de malo, salvo que se trata de uno de los restaurantes a cielo abierto que operan en los distintos puntos de este municipio. 

Las estufas son improvisadas por fogones de leñas, las tablas de picar por la de los mesones. Todo dentro de un minúsculo lugar o simplemente en la mitad de una acera.  

Pasar por la avenida Las Torres, en los límites de Soledad y Barranquilla, parece un paseo gastronómico.

A lo largo de 500 metros se pueden contabilizar siete lugares que venden alimentos, pero tienen una peculiaridad: están ubicados debajo de líneas de alta tensión y están construidas con tablas y láminas de zinc, bolsas y lonas. 

Vecinos del sector aseguran que de estos negocios solo dos tienen más de siete años operando en ese lugar. El resto se fueron instalando con el pasar de los últimos años. 

'Algunos vieron que de alguna manera era rentable montar su negocio en esta zona por la cantidad de vehículos que transitan por esta zona de la ciudad', dice José Canchila, un hombre que dice residir en el barrio El Parque.

Mireya Castellanos, quien reside en el mismo sector, señala que los mismos comerciantes 'son habitantes del barrio', quienes en un momento tenían sus negocios en las terrazas de sus casas y decidieron ponerse en el bulevar.

Otros vecinos señalaron que pasar por la avenida Las Torres en hora pico es 'una locura'. 

'Todos los carros se parquean a los lados de la avenida y eso hace que haya mucha congestión vehicular durante el tiempo que demora la actividad comercial abierta al público, porque ya hasta se salen del espacio que antes tenían. Además el olor a humo por la leña que queman se vuelve insoportable en horas del mediodía', señaló un vecino del sector. 

Un paseo. Con el ejercicio de meterse en Google Maps y habilitar la herramienta de street view (vista de calle) se puede constatar que en mayo de 2014, según indica el tiempo de la elaboración del mapa, varios de los locales no estaban en esa zona, salvo el que está frente a La Torre del Pescado llamado La Mona; no obstante este local, el más grande de esa zona, no ocupaba tanto espacio para esa fecha como hoy día.

Durante la vista, además, se observa que gran parte del bulevar de la avenida Las Torres estaba enmontado y no había ninguna edificación en la zona.

'Creció el negocio'. La Mona es el único que está ubicado debajo de una torre de alta tensión, y utiliza todo el perímetro de la estructura para colocar las mesas, los fogones y la zona donde se sirven los alimentos. 

'Este negocio tiene ya 13 años ubicado en este punto. Trabajamos 10 personas y los fines de semana, sobre todo los domingos, es cuando más se llena', dice una de las personas que atiende en el lugar.

Al entrar al restaurante, lo primero que se percibe es el olor a humo y el techo del improvisado local, que está de color negro por el tizne del fogón. Los pescados que se ofrecen son lavados en una ponchera cuya agua tiene unas cuantas conchas de limón.

'No sé cómo las autoridades permiten que allí debajo de esa torre haya un negocio y mucho más de alimentos, sin ninguna garantía de salubridad y seguridad para el personal que allí trabaja', dice Castellanos.

Las cuatro patas de la torre sirven de columnas para sostener el techo y parte de las lonas y polisombras que utiliza el negocio.