Un viejo televisor de colores fríos que emite imágenes distorsionadas es, a duras penas, el único acompañante de Adolfo Cueto, un vendedor de frutas que a diario trabaja en uno de los sitios de mayor afluencia del Mercado de Barranquilla.
Él, así como otros vendedores, decide pasar horas extras en la plaza de mercado para terminar de vender las frutas que durante la maratónica y ajetreada jornada no se pudieron vender, con el fin de conseguir el sustento económico para su familia.
El reloj ya marca las diez de la noche y en las vacías y sucias calles se escucha en un viejo radio la canción Te Esperaré, del cantautor ecuatoriano Julio Jaramillo, también conocido como ‘El ruiseñor de América’.
Un melancólico canto de uno de los vendedores de frutas y hortalizas crea un ambiente tranquilo, completamente diferente al que se vive cuando el sol está en su punto y los mercados están abarrotados de gente.
La noche continúa su curso y los últimos compradores se acercan para no perderse los remates de la jornada, compras que prefieren hacer para aprovechar la calma del momento y la luz de la luna que ilumina las viejas calles que empiezan a quedar desoladas.