En lo alto del cielo, a miles de metros sobre las primeras mansiones colosales del barrio El Prado y del atiborrado centro de Barranquilla, el hidroavión Tolima A-16 volaba imponente con el orgullo único de las bestias aladas. Con sus alas abiertas como un águila majestuosa, el biplano modelo Junkers de la empresa Scadta, una máquina jamás imaginada por Leonardo da Vinci y sus decenas de novedosos inventos, había llegado a las costas de Puerto Colombia a mediados de 1920 y, cuatro años después, sobrevolaba la ciudad cuyo patrono es San Nicolás, bañada en aguas de río y decorada por los colores de su joven carnaval.
Como una lluvia de papel, novedosa y sorprendente para los miles de habitantes de una Barranquilla creciente y cada vez más cosmopolita, los impulsadores del proyecto de canalización de Bocas de Ceniza dejaron caer desde la aeronave, a las 3:00 de la tarde, cientos de volantes a favor de este proyecto que terminó por promover a la ciudad como un centro portuario, en apoyo a una manifestación pública ante el ministro de Obras Públicas de 1924, Aquilino Villegas.
En la aeronave, pilotada por Hellmuth von Krohn, héroe alemán de la primera guerra mundial, iba Ernesto Cortissoz, de 40 años, presidente de la Sociedad Alemana de Transportes Aéreos, Scadta, y precursor, junto a otros siete de sus colegas, de la aviación en el Caribe y en Colombia. A su lado, los alemanes Alfrecht N. vom Rosemeck, Christian Meyer, Fritz Troost y Wilheim Fischer, observaban desde lo alto el paisaje barranquillero, embalsamado para la eternidad por los rayos brillantes y agudos del sol caribeño.
Las corrientes de brisa fresca que entraban por las ventanillas del biplano no fueron lo suficientemente reconfortantes como para apaciguar el temor que generó en la tripulación el sonido chirriante que provenía del motor. Una falla técnica, según informaron los diarios de la época, habría sido la causa de la caída libre del hidroavión, cuyas hélices frontales impactaron directamente con el asfalto del centro de Barranquilla, en el patio de la familia Glen, a unas seis cuadras del hoy Paseo Bolívar.
La vida de Cortissoz llegaría a su fin ese 8 de junio de 1924, así como la de los otros cinco tripulantes de la aeronave. Con apenas 40 años, y con un futuro brillante, quizás más descrestante que el de sus primeros años en los que logró convertirse en uno de los personajes más célebres de la ciudad y el país, partiría para siempre, dejando un legado no solo en su familia y en los habitantes de la época, sino en todos los barranquilleros y turistas que hoy vuelan partiendo del aeropuerto que lleva su nombre.
'...Quizá en los últimos tiempos nadie había ocupado en Barranquilla una posición tan visible como el señor Cortissoz, que muere en plena juventud, y cuya desaparición es en aquella ciudad causa de hondo y general pesar', destacaba en su editorial el diario El Tiempo el 9 de junio de 1924.
Un águila de bronce sobre un globo terráqueo, esculpida en honor a Cortissoz y a los mártires de la aviación, fue incrustada sobre un obelisco de mármol en 1925, un año después del accidente. La figura, enviada desde Alemania y entregada por el gobierno de este país, llegó efectivamente a Barranquilla, según indicó la empresa Gases del Caribe.
El Prado
Para aquél entonces el barrio El Prado, referencia internacional de la ciudad, evolucionaba a pasos agigantados para seguir en su camino de amplios jardines y opulentas mansiones. En el centro del bulevar de la hoy llamada carrera 54, justo en frente de las primeras mansiones, fue instalado el monumento en algún punto de 1926, con una placa que agradecía a los héroes de la aviación.
Pero el obelisco no siempre estuvo ligado al águila de la aviación. Según cuentan Diana Meyer y Enrique Yidi en su libro ‘Barrio El Prado: un viaje hacia el pasado’, la columna estaba ubicada al paso del arroyo de la calle 39, antigua calle 3ª de El Prado, y fue Julio Gerlein Comelín, el alcalde de Barranquilla en ese momento, quien lo trasladó al bulevar central, al frente de su residencia, en donde más tarde se le anexaría al monumento a Cortissoz y los otros mártires.
Alrededor de ese monumento, del águila con sus alas extendidas, continuó su vuelo un barrio que siempre tuvo de epicentro su bulevar, en donde se le rendían homenajes a Cortissoz y a los otros mártires. Carnaval, color y brillo se pasearon por el asfalto de la que en ese entonces se llamaba Avenida Colombia, diseñada y construida por el norteamericano Karl C. Parrish, y por cuyos andenes transitaron los herederos de decenas de familias europeas, norteamericanas y del medio oriente, asentadas en la ciudad desde los albores del siglo XX.
'El obelisco coronado por esa águila fundida en Alemania, fue instalado mediante suscripción publica al año siguiente al accidente. Todo el bulevar central, desde la calle 59 hasta la calle 64, está dedicado a honrar a la aviación y a sus fundadores: los barquilleros que creyeron en el proyecto del capitán Von Krohn, como Cortissoz y varios ricos de la época como Aristides Noguera, Cristóbal Retrepo, Carlos Daniel Roca y otros socios alemanes', explicó el historiador barranquillero Rodolfo Zambrano.
Así, con el pasar de los años, Barranquilla no olvidó a sus mártires de la aviación, y siguió convirtiéndose en aquello que vaticinaron los visionarios de sus comienzos: en una ciudad industrial, eje del comercio nacional. Para 1969, cincuenta años después de la transformación de Scadta en Avianca, el presidente de la aerolínea llegó a la capital del Atlántico para un acto conmemorativo, en donde honrarían los comienzos de la empresa y la labor valiente de los fallecidos en 1924.
En esta ceremonia, tildada de 'modesta' por la prensa de la época, el presidente de Avianca llegó a Barranquilla para celebrar el cincuentenario de la aerolínea y de la 'vinculación del país a la era moderna del transporte'. En aquellos días, según reseñaron los diarios, 'la validez del espíritu costeño y de su aporte al progreso nacional estaba en tela de juicio por comentaristas enardecidos del sector político', por lo que la prensa de la región aprovechó para resaltar 'que fue en Barranquilla en donde nació la aviación colombiana'.
El presidente de la primera empresa aérea de América y segunda del mundo, Juan Pablo Ortega, llegó en ese entonces a la ciudad para darle inicio a las obras de un parque en conmemoración a Cortissoz y a sus compañeros alemanes, ubicado en la carrera 54 entre calles 59 y 64. El parque de Los Fundadores, inaugurado de manera oficial el viernes 5 de diciembre de 1969, tuvo como gran protagonista al águila de bronce y a los nombres que representaba, en ese entonces plasmados en bustos tallados en arcilla.
Los nombres de Ernesto Cortissoz, Rafael María Palacio, Jacobo Correa, Cristóbal Restrepo, Aristides Noguera, Alberto Tietjen, Werner Kacumerer, Suart Holsie y Helmut Von Krohn, socios fundadores de Scadta, fueron nombrados por Ortega en su discurso, minutos antes de desvelar las estatuas esculpidas en su honor. Los aplausos de los asistentes, vestidos de saco y corbata como lo ilustran las fotografías de la época, inundaron la plaza de cemento, rodeada ya en ese momento por varios edificios de apartamentos.
En ese mismo 5 de diciembre, a las 12:30 del mediodía, hubo una ofrenda floral en el mausoleo de Avianca, en el Cementerio Universal, en honor a los fallecidos. A las 2:00 p.m., un destacamento de militares marchó desde la plaza de San Nicolás hasta el monumento a la Aviación y a los Mártires de Bocas de Ceniza en El Prado, en donde a las 4:00 p.m. comenzó la ceremonia presidida por el presidente de la aerolínea colombo-alemana.
Durante la celebración, en otro acto conmemorativo en el aeropuerto internacional de Soledad, que presta sus servicios a Barranquilla, se nombró a este terminal aéreo como Ernesto Cortissoz, declarándolo de manera oficial con una placa que se reveló en la zona de pasajeros. Clarita de Strauss, hija del fallecido expresidente de Avianca, fue la encargada de presidir el evento, junto al director nacional de la Aeronáutica Civil y con la bendición del arzobispo.
Demoras en las obras
'Aunque se tenga esa fecha como referencia, el parque de Los Fundadores fue oficialmente inaugurado mucho después, quizás en varias entregas', aseguró el asesor del alcalde Alejandro Char en temas de historia local, Édgar Oviedo. 'El presidente de Avianca llegó a un acto puramente ceremonial, en donde entregó la placa conmemorativa del parque, pero esa construcción se la delegaron a un ingeniero local y fue financiada, en gran parte, por el Distrito', explicó.
Pero el parque no fue construido inmediatamente, ni las obras fueron entregadas en los meses próximos a su inauguración. Según indica la prensa de ese año, en 1970 el administrador de los trabajos de Los Fundadores, Francisco Nay, quien recibió un adelanto del 50% para la construcción del parque se fugó con el dinero de la ciudad.
Nay, venezolano, y quien entró 'por la puerta grande a la ciudad', gracias a recomendaciones del Consulado en Barranquilla de su país, fue expulsado de Colombia por las autoridades nacionales luego de haberse radicado en ‘La Arenosa’ por más de 15 años. Según relata EL HERALDO en una edición de la época, el contratista habría tenido problemas también con Emisoras Unidas, en donde trabajaba en la sección de cuñas.
'Tenemos que averiguar qué rumbo tomaron los materiales que no fueron utilizados en el parque de Los Fundadores y los errores técnicos que se cometieron en las obras', resaltaba en primera plana EL HERALDO las palabras del auditor de la Secretaría de Obras Públicas, Guido de la Espriella, pronunciadas el 17 de abril de 1970, luego de varios meses en que los trabajos del parque seguían inconclusos. En total, el costo de los materiales sumaba $116.470 de la época.
Incluso, como lo relata EL HERALDO, varios trabajadores de la construcción del parque Los Fundadores también laboraban en otras obras, como la del parque República de Venezuela, y recibían pagos de entidades diferentes que los financiaban, por lo que algunos recibían hasta doble salario.
Entre los errores mencionados por De la Espriella en ese entonces estaba la fuente luminosa, que tuvo que ser destruida luego de haber sido enchapada, ya que los planos demostraban que el piso debió ser en concreto armado impermeabilizado y lo que hicieron fue construir sobre la superficie vieja.
Varios años después, con los bustos expuestos al sol y fruto de las aventuras de jóvenes vándalos, las cabezas de las estatuas desaparecieron, dejando en su lugar a los famosos 'descabezados' de Los Fundadores.
'Como en esa época no se esforzaron mucho para el evento, y con el afán de ahorrarse unos pesos, los bustos los hicieron en barro y no en bronce, como debía ser. Claramente, después de recibir el impacto diario del sol y por los jóvenes que jugaban a descabezarlos, los bustos de mala calidad perdieron las cabezas, lo que terminó por ser una desfachatez completa', contó Oviedo.
Los archivos de Gases del Caribe cuentan que, ante las críticas, el escultor Emilio Morás alegó que a él 'le habían encargado los bustos en arcilla y con recubrimiento de pintura color bronce', y era por ese trabajo por el que le habían pagado.
'Estos monumentos han sido en ocasiones atacados por vándalos desadaptados. Irrespetuosos que decapitaron todos los bustos de los fundadores de la aviación y al general De Castro le amputaron la mano derecha'.
Con la inauguración del parque, el águila de bronce, ahora mirando hacia el norte de la ciudad, se mudó del obelisco y pasó a ocupar un espacio en la cima de una estructura basada en columnas, lugar en el que permaneció hasta el pasado 24 de julio cuando fue retirada para su restauración y recuperación. A su alrededor, los ocho bustos de los precursores de Avianca, originalmente Scadta, conformaban el paisaje de el parque de Los Fundadores.
Según muestran las fotografías de la época, el monumento del águila habría sido movido dentro del mismo bulevar, antes de que se construyera el parque de Los Fundadores. En el centro de la Avenida Colombia, hoy carrera 54, la vía no era continua, sino que tenía un retorno vial en frente del club Alhambra y la Adeco, donde siempre ha habido un callejón o pasaje peatonal. El águila sobre el obelisco estaban ubicados en frente a la mansión de Mares, en la parte más baja del bulevar, no en la parte alta, centrado, como está en el día de hoy.
'Pareciera que el obelisco y el águila los hubiesen mudado primero a la mitad del bulevar', señaló Édgar Oviedo, 'tal vez pensando en la ubicación que al final le dieron dentro del parque que para ese entonces ya se pensaba construir'.
En junio de 1970, según relata EL HERALDO, la familia Santo Domingo donó cien mil pesos para restaurar el monumento a los mártires, esculpido en 1925, y terminar de adecuar la plaza en el bulevar central del barrio El Prado. En ese entonces, la Sociedad de Mejoras Públicas, la entidad paraestatal que manejaba el impuesto de Parques y Arborización de Barranquilla, fue la encargada de contratar las obras de remodelación del sector y así convertirlo en el parque Los Fundadores que por muchos años decoró el corredor vial.
Las empresas
Durante los años próximos a la inauguración del parque de Los Fundadores de la Aviación, fue Avianca la encargada del mantenimiento de las zonas verdes, hasta el deterioro que sufrió en los finales de los 90 y comienzos de la década del 2000.
Según cuenta Jesús Ferro Bayona, ex rector de la Universidad del Norte, 'lo que quedaba en el parque de Los Fundadores eran unos bustos descabezados de manera atroz en un lugar histórico, centro de un barrio como El Prado'.
Por esa razón, y con el apoyo de Gases del Caribe, la universidad inauguró en 2003 el monumento al Héroe Caído en el parque de Los Fundadores, luego de dos años de investigación. La obra, esculpida por Haime Correa, artista cienaguero que cursó sus estudios en la Universidad de Oxford, en Inglaterra, y es docente de la Universidad del Atlántico.
El parque fue adoptado por Gascaribe y entregado a la comunidad el 17 de agosto de 2011. Desde ese momento la empresa se encarga de sus sostenimiento en un 100%, según informó la compañía.