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Ornelis María Ariza Toro, una mujer de mediana estatura y contextura delgada, lleva 34 años preparando y vendiendo alimentos en la esquina de la calle 31 con carrera 40.

'Tengo carne en bistec, bocachico, mojarra y panza', dice la mujer al promocionar sus productos.

Ella resalta que tiene clientes fijos que siempre la han buscado a lo largo de las más de tres décadas que lleva en el oficio.

Para cocinar los alimentos se apoya de una estufa que tiene conexión con un cilindro de gas propano. La mujer gasta $240 mil mensuales en la compra de 4 pimpinas de gas, pues dice que es más económico que la energía y 'mejor' que cocinar con carbón.

El puesto callejero de Ornelis es uno de los 178 negocios que según la secretaría de Control Urbano preparan alimentos en el espacio público, de los cuales un 40% utilizan gas propano y el resto otro tipo de combustible.

Óscar Hernández, taxista y asiduo visitante del centro asegura que los transeúntes tienen que caminar en 'serpenteo' por el andén. 'Dios no lo quiera, puede suceder un accidente con tantos fogones prendidos, esto es muy riesgoso'.

Jairo Sánchez, un cliente de este tipo de negocios es consciente de los peligros a lo que se exponen por los fogones encendidos con carbón, gas propano o energía eléctrica, por lo que es partidario que los reubiquen para que les mejoren la calidad de vida a estas personas.

'Yo vengo a comer siempre aquí. Sería bueno que los reubiquen', señala Sánchez, un asiduo comensal en estos restaurantes callejeros.

Otras personas como Luis Mendoza, ven en este tipo de cocinas callejeras la mejor manera de almorzar en la calle, porque su sueldo no le alcanza para ir a un restaurante y pagar $8 mil por un corrientazo.

Si bien las cocinas callejeras son una 'tradición' que se ha venido consolidado en la ciudad, de manera especial en su zona céntrica, representa un peligro para la población por los elementos prohibidos utilizados en ellas.

La oficina de Espacio Público, señala que en el Centro Histórico de Barranquilla han venido 'combatiendo' los negocios de comidas rápidas callejeras que utilizan cilindros de gas propano para elaborar los alimentos, en razón a que el Decreto No 093 de 2005 en su artículo 7 numeral d, prohíbe la utilización de cilindros de gas para ventas estacionarias de alimentos, así como la instalación de cocinas o fogones.

No cumplen protocolo.  Henry Cáceres, secretario de Control Urbano y Espacio Público del Distrito, asegura que una de las finalidades que se ha propuesto la administración distrital es 'abolir' las ventas de comidas preparadas en el espacio público, por no cumplir los protocolos de higiene y seguridad, toda vez que los fogones conllevan a situaciones de peligro tanto para los consumidores del producto como para los transeúntes; además permitiendo la utilización adicional de luz eléctrica 'estaríamos consintiendo un consumo de luz irregular', asegura.

Bomba de tiempo. La presidente de Asocentro, Dina Luz Pardo, considera que por encima de lo que en algún momento pueden llamar como una 'cultura', también es cierto que por encima de todo está la vida de las personas y estas cocinas callejeras se convierten en una 'bomba de tiempo', tanto que se han registrado accidentes, personas quemadas, por el peligro que representan en plena vía pública en los andenes.

'Hemos visto que la secretaría de Control Urbano ha hecho operativos, pero desafortunadamente no son operativos contundentes que uno vea que se sostienen a través del tiempo, porque al decir que son personas que tienen derecho al trabajo, no se lleva a cabo un proceso en el cual pueda recuperarse realmente un espacio', advierte.

Desde el punto de vista del marco jurídico, sostiene Pardo, que la norma es clara cuando dice en el decreto 093 de 2005 que está prohibido la preparación y cocción de alimentos en el espacio público. Asegura que en otras ciudades las personas cocinan en su casa y llevan el producto terminado para venderlo, luego recogen su basura y dejan el espacio impecable, pero en Barranquilla no ha sido posible.

Según Pardo, no se le está quitando a una persona que venda la comida en un espacio público, pero sí que se cumpla la norma, es decir que está 'prohibida la preparación y cocción de alimentos en espacio público'.

Las zonas más afectadas por las cocinas callejeras son: Barranquillita, la calle 30 hacía la 38 entre carreras 40 a la 44.

Porfirio Ospino, arquitecto y urbanista opina que aparte de la ocupación del espacio público, las cocinas callejeras representan dos problemas adicionales: el del riesgo de explosiones o quemaduras por el uso de cilindros de gas, aceites o líquidos calientes y otro es el de salud pública, pues no hay control a la manipulación de alimentos.

Considera Ospino que una salida transitoria si el Distrito no tiene sitio para ofrecer reubicación sería permitir la venta, pero de alimentos ya preparados, que lleguen al sitio empacados.