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El secretario de Cultura de Barranquilla, Juan José Jaramillo, confirmó que una comisión patrimonial integrada por esta Secretaría y el restaurador oficial del teatro Amira de la Rosa, Rodolfo Vallín, visitará este jueves el Hotel El Prado para verificar si los mitos sobre las supuestas pinturas de Alejandro Obregón, pintor colombo-español, realmente ocuparon las paredes del edificio y, de ser así, iniciar los procesos para su recuperación.

Alejandro Obregón llegó a Barranquilla en 1926, luego de haber vivido los primeros seis años de su vida en su natal Barcelona. Cuando llegó a esta creciente ciudad del Caribe colombiano no era todavía pintor, pero los colores y la magia de la región lo enamoraron desde aquel entonces. Como le manifestaron a este periódico varias fuentes que lo conocieron en vida, Obregón pasó muchas tardes después de su regreso de Europa, en la década del 50, en el salón Caribe del Hotel El Prado, edificio que para su construcción contó con la participación económica de su familia.

Cuenta el mito urbano barranquillero que Obregón, en 1937 y con 17 años, pintó un fresco en el techo del salón Magdalena del Hotel El Prado. Esta historia, relatada por el ex gerente del complejo turístico, Mario Venturini, a este medio en junio de 2017, cuenta que la obra ilustraba a uno faunos correteando detrás de unas ninfas con pocas vestiduras. Supuestamente en aquel entonces, la iglesia Católica, religión que practicaba la familia Obregón, los amenazó con excomulgar al joven pintor si no retiraba el polémico mural. 82 años después, se desconoce si esta pintura sigue -o si existió realmente- en el edificio.

Sobre el tema, hay textos académicos que indican que no era un solo mural en el Hotel El Prado, sino dos en los que trabajó el pintor en el edificio. El primero, el de las ninfas que estaba en el restaurante y, el segundo, ubicado 'en el salón de bailes'.

El mural de las ninfas, tal y como lo confirma el hermano de Obregón, Pedro, en el libro Obregón en Barranquilla, fue efectivamente censurado al ser tildado de 'inmoral'por parte del obispo de Barranquilla y posteriormente destruido debido 'a las amenazas de excomunión'.

El segundo, contó el autor, fue duramente reseñado por un crítico español que visitó Barranquilla. El pintor, 'sin revelarse como el autor de la obra', le preguntó qué le parecía aquel mural del Hotel El Prado, a lo que el extranjero respondería con total dureza: 'era un mamarracho', le dijo.

'Obregón era por vía familiar dueño del hotel. Alguna vez pintó un mural en el restaurante. La llegada de un crítico de arte despertó curiosidad en Alejandro en preguntar qué le parecía sin confesar su autoría. Al señalar el español que este era un mamarracho, Obregón se avergonzó echándole una capa piadosa de pintura de pared', relató el escritor.