Con el mismo palo, Julia Ruiz ha matado cinco serpientes. Desde hace 10 días su casa, y las de sus vecinas, están inundadas; y con cada lluvia las construcciones se hunden más en la tierra. Julia Ruiz tiene miedo, al igual que sus vecinas y las familias de ellas. Niños, adultos y ancianos están viviendo entre charcos, barro y basura: el panorama que enfrentan debido a las condiciones climáticas en la Bendición de Dios.
Por las calles caminan descalzos, que no son más que trochas angostas llenas de tierra húmeda manchada por el agua sucia de los charcos. Según manifestaron, por cada paso que dan existe un riesgo de que una mordida termine por enviarlos a un hospital, como ya lo han tenido que hacer otros enfermos en el sector. Uno, un joven con artrosis; otra, una señora con una herida en la pierna.
En sus casetas de madera, chuecas, con grietas y húmedas, no tienen dónde esconderse de las serpientes, que se escabullen rápidas entre los orificios de las paredes, o entre los pequeños charcos de agua marrón que hay junto a las puertas, que no son más que tablas puestas para ganar un poco de privacidad y -supuesta- seguridad. Dentro, los colchones delgados están mojados, los muebles rotos y las pequeñas ventanas tapadas con bolsas negras, o con algún pedazo de plástico.