Desde las 5 de la mañana de ayer, el barranquillero Antonio Daza, de 62 años, se instaló en la zona peatonal del puente Pumarejo para ofrecer bebidas refrescantes a todos los visitantes de esta megaestructura.
Y es que desde su apertura oficial, el viernes 20 de diciembre, esta obra no ha dejado de recibir visitas de propios y foráneos en búsqueda de lograr una buena fotografía.
Cuenta Daza que desde muy temprano varios ciclistas empezaron a transitar por los 3,2 kilómetros del ‘coloso’ del río Magdalena y él, con su jugo de naranja, calmó la intensa sed de los deportistas, aún a sabiendas que estaba infringiendo las normas, pues en ningún puente –y menos en uno de estas características– debe haber ventas ambulantes.
Al pasar las horas, más o menos a las 10:0 a.m., la zona peatonal se fue adornando con la presencia de turistas de diferentes lugares del país, de vendedores y de barranquilleros de barrios como La Chinita, La Luz y El Ferri.
Estaba Ricardo Barroso acompañado de su esposa e hijo, los tres con una sonrisa que opacaba el brillante sol, una miraba llena de orgullo y un teléfono para una selfie. Y no era para menos, pues este hombre, de 43 años, trabajó por dos años y siete meses en la construcción de los pilares del puente y por primera vez caminaba al lado de su familia por el viaducto: 'Orgulloso de ser de esta ciudad, me gozo de estar aquí y de haber aportado un granito de arena para que el Pumarejo sea una realidad'.
Al tiempo que la zona peatonal se colmaba de visitantes, vehículos transitaban a menos de 80 kilómetros/hora por esta estructura, algunas personas se detenían, se bajaban y abrían sus brazos en plena vía —sin temor alguno y sin miedo a una infracción— para sacar una fotografía. Otros, en búsqueda una imagen más impactante, tal vez para Instagram o Facebook, luchaban contra las ventoleras decembrinas y se subían a las barandas que dividen la zona peatonal de los carriles del puente.