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'Señorita, por favor una habitación sencilla', dijo el cliente. Del otro lado de una pequeña ventana se escuchó la voz de María Jesús Montagut, la administradora de una residencia en el Centro de Barranquilla. 'Claro que sí, pero por favor aplíquese antibacterial en las manos', pidió la joven.

Desde que se supo del coronavirus, los dueños de moteles y residencias de Barranquilla supieron que tarde o temprano el virus los afectaría, pero ahora que cada vez está más cerca de la ciudad, el Covid-19 los tiene asustados, pues sus negocios se pueden 'enfermar'.

Edgardo Montagut es el dueño de un motel. Dice que ha adoptado medidas de salubridad más allá de las que usualmente les exigen las autoridades sanitarias. 'Nosotros les damos antibacterial a los clientes; además, cuando la habitación es desocupada hacemos una limpieza profunda, a conciencia', dijo. Cada lugar es cuidadosamente frotado con toallas impregnadas de desinfectante o alcohol. Las cerraduras de las puertas, las duchas y cada objeto que los usuarios hayan podido tocar, quedan prácticamente desinfectados, según el comerciante.

Lo mismo sucede en una taberna y amoblados, también en el Centro. Ahí el ritmo de trabajo ha cambiado en procura de entregarles a los clientes habitaciones completamente limpias. 'Compramos gel, alcohol, alcanfor, todos trabajamos con tapabocas y guantes', afirmó Yeni Simanca Pulgar, administradora del lugar.

En ese sitio las camareras hacían la limpieza en dos minutos, pero ahora el tiempo se duplicó por lo exigente que es desinfectar a profundidad. 'Es que cada espacio nos aseguramos de dejarlo supremamente limpio, sobre todo aquellos que son más utilizados por los clientes', expresó una de las trabajadoras.

Con temor

Pero a pesar de que la gran mayoría ha tomado las precauciones pertinentes, algunos de estos negocios no cuentan con los cuidados necesarios. 'Todos debemos cumplir. Todos tenemos el certificado de salubridad, pero no debemos hacer las cosas bien por ese certificado, sino por nuestros clientes. Yo los invito a que tomen las medidas para enfrentar el coronavirus', recalcó Montagut, quien reportó una disminución del 30 por ciento en ventas desde que el virus llegó a Colombia.

Según los moteleros, las pérdidas podrían ir creciendo gradualmente si sigue avanzando el brote, pero hasta ahora no tienen ninguna indicación de parte de las autoridades de salud que les diga cómo actuar más allá de las recomendaciones habituales. 'Nosotros estamos haciendo todo lo posible por mantener nuestros negocios limpios, pero sabemos que cualquier cliente puede estar enfermo. También en cualquier momento nos pueden mandar a cerrar los o a la gente le dé miedo venir. Ahí sí perderíamos muchísimo', expresó Montagut.

Comensales protegidos

Yeni Simanca también administra un restaurante ubicado en la carrera 41 con calle 40, ahí las medidas que adoptaron los trabajadores son las mismas que las del motel. Sin embargo, existe un componente más difícil y es la manipulación de alimentos. Es por eso que el lugar ha insistido en que sus cocineras mantengan constantemente, además de su habitual gorro, un tapabocas y guantes. 'Todos los productos son bien lavados, al igual que los platos, vasos y cubiertos. Todo lo desinfectamos muy bien para que haya el menor riesgo', expresó Yeni.

Los empleados del restaurante La Terraza de Pablo, también localizado en el Centro, dijeron que todas las mesas son limpiadas con antibacterial y que procuran mantener cierta distancia entre clientes. 'También mantenemos el rostro y las manos protegidas para evitar cualquier contaminación', dijo uno de los meseros.

Prevención callejera

Los que también manipulan alimentos y cuentan con menos recursos para tomar medidas de salubridad son los vendedores ambulantes. Aunque muchos de ellos ni siquiera saben qué deben hacer para prevenir el Covid-19, otros se las ingenian para vender sus productos en este tiempo de crisis.

Lazario Rodríguez lleva 15 años vendiendo limonadas. Dice que con la proliferación del coronavirus las ventas han disminuido. 'Ha bajado duro, ya no es como antes, la gente tiene miedo, pero yo les aconsejo que se acerquen, que el limón tiene vitamina C para la gripa', contó Rodríguez.

Aseguró que cuenta con las medidas necesarias para evitar un contagio. 'Siempre me pongo tapabocas y guantes, además siempre lavo la pecera y mi agua es purificada', afirmó Rodríguez, quien no dudó en decir que teme que algún día la gente deba quedarse en sus casas por obligación o que prohíban las ventas callejeras. 'Ahí sí que Dios meta su mano, porque eso sería una catástrofe para nosotros', dijo.

A quien sí parece haberle servido la pandemia es a Juan Carlos Márquez, quien hace seis años vende coco frío. Asegura que por algún motivo sus ventas han crecido. 'No sé si será porque el coco es bueno para la salud o porque los médicos recomiendan a la gente estar hidratados, pero sí se subieron las ventas de 60 o 70 cocos a 100 o 120', dijo el vendedor, quien precisó que constantemente se lava las manos y se echa gel antibacterial.

Dulce y amargo

En el parque Tomás Suri Salcedo y en otros lugares de la ciudad, mujeres afrodescendientes tienen sus puestos de dulce con el que más de uno pasa el trago amargo de la pandemia. Ellas también han adoptado medidas, pero esperan que los clientes no se vayan por temor.

'Yo soy asmática y uso medicamentos, pero igual debo cuidarme porque el coronavirus nos da más duro a los que sufrimos de esto. Por eso yo mantengo con tapabocas, trabajo con guantes y siempre mis dulces están cubiertos, para que no les caiga nada malo', afirmó Dorelis Valdez.

Shanny Barrios, otra de las vendedoras de dulce, afirmó que el Festival del Dulce empieza el próximo miércoles y que hasta ahora no se ha cancelado. 'Aquí vamos a estar porque este lugar es abierto, hay fresco. Además, nosotros nos estamos cuidando, pero necesitamos que los clientes también vengan protegidos', expresó.