En un día laboral cualquiera en las oficinas del banco donde trabaja la administradora de empresas Karen Espitia Moreno, los clientes llegaban, solicitaban un permiso y esperaban para recibir asesoría o ejecutar sus transacciones en la zona de cajas. Ahora, desde la cuarentena, esperan afuera de la sucursal, y van entrando uno por uno, con la guía de un empleado que hace el filtro de ingresos hasta completar un máximo de 10 personas.
Graduada en 2013 de la Universidad San Martín, Karen lleva siete años vinculada a la entidad financiera donde empezó como auxiliar de ventas. Hace cuatro es cajera y nunca había vivido una situación similar en las oficinas bancarias. Actualmente abren de lunes a viernes en horario de 9 a.m. a 1 p.m. Si una sucursal estuvo abierta una semana, cierra la siguiente, para que los empleados trabajen a ese ritmo.
Una semana antes de la cuarentena decretada por el Gobierno, 'una clienta quiso sacar todo el dinero de su cuenta; dijo que prefería tener su plata en efectivo en casa y quería sacar millones', cuenta Karen. La transacción no se pudo cumplir porque no había suficiente dinero en las oficinas, ya que en esos días las transportadoras se habían paralizado. Para el cuidado de los trabajadores, en el interior de las oficinas se instalaron plásticos y luego acrílicos a modo de barrera protectora entre los clientes y los empleados, quienes se levantan a lavarse las manos cada hora y portan alcohol antiséptico en sus puestos.
Karen empezó a trabajar a los 17 años luego de realizar durante su bachillerato un curso en el Sena de manejo de archivos. Para ingresar a su primer trabajo en Jardines de la Eternidad, sus padres debieron sacarle un permiso laboral especial. Al mismo tiempo, empezó a estudiar por las noches la carrera de Administración.
Aunque tuvo una semana en casa, en esta volvió a ir. Espera que al banco asistan solo los clientes que vayan a realizar consignaciones o retiros de montos superiores a 3 millones, cobros de cheques y pago de impuestos.