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Nostalgia se respiraba por las solitarias calles de Barranquilla. Un enrarecido ambiente se vivía en los barrios populares, considerados como los sectores en los que se encuentran arraigadas las tradiciones y manifestaciones culturales que engrandecen al Carnaval.

Aunque la música retumbaba con fuerza en cada una de las esquinas de ‘La Arenosa’, por las calles no se observaban a congos, garabatos, marimondas ni toritos paseándose a sus anchas.

Este fue un domingo diferente para los amantes del Carnaval. En esta oportunidad el guayabo no fue producto de las extensas jornadas de jolgorio y frenesí, sino por la imposibilidad de revivir las escenas propias de esta temporada a causa de la pandemia.

Ataviado con algunas prendas de un atuendo de indio, Jimmy Durán compartía con algunos de sus familiares en la terraza de su hogar, enclavado en todo el corazón del barrio Las Nieves, aquel en el que están acostumbrados a pintarse de blanco, tal como lo relata un clásico tema carnavalero interpretado por el dominicano Cuco Valoy.

El toque de queda y la ley seca no fueron impedimentos para desempolvar sus disfraces y contagiarse del ambiente festivo que caracteriza a las fiestas del dios Momo.

'Todo esto es duro pero debemos hacerlo, porque muchos amigos se han ido a causa de la pandemia. Normalmente, hoy (domingo) fuese un día en el que estaríamos desfilando o en las calles como todo hacedor del Carnaval', dijo el hombre, quien es el director del disfraz colectivo Caníbal Emplumado.