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El reloj anunció que era hora de volver a casa. Extendí mi brazo derecho y esa seña bastó. Un taxi se me acercó y, sin ver quien iba al volante, abrí la puerta para negociar la carrera. –Amigo–, dije rápidamente y continué con mi dirección. Pero la pena me invadió cuando reparé a quien conducía y me miraba por encima de sus lentes. Era una mujer y, aún extrañado y con sonrisa avergonzada, dije –perdón, amiga–. Esa fue la primera vez que una dama me dejaría en la acera de mi casa y fue uno de los viajes en taxi más tranquilos.

El gremio del transporte público individual en Barranquilla es denso, pero según estadísticas del Sindicato de Choferes de Taxis (Sinchotaxis) el porcentaje de estos vehículos amarillos conducidos por mujeres no supera el 1%.

Un viaje sin afanes, con música para planchar y un perfume tan sutil que es difícil distinguir. Historias pintorescas, llenas de aprendizajes que dejan claro que la desigualdad social y las vicisitudes de la vida pueden ser superadas con entereza, y otros detalles simples a primera vista describen perfectamente el taxi de una mujer. 

Deyanira Cali Mendoza lleva conduciendo los últimos 9 años de los 50 que tiene. La falta de empleo la motivó a tomar un taxi y salir al ruedo. Recuerda con gran valor los consejos de su padre, un señor que cargó con su familia haciendo también las veces de madre, pues su esposa murió a temprana edad. 'Mi papá me decía que tuviera cuidado porque esta labor es peligrosa. Conté con la aprobación de mi familia porque no hallaba empleo y ellos me apoyaron', destacó la taxista.

Alexis Morelo Pérez, de 55 años, es otra conductora que con orgullo se suma a este relato. 'Yo soy contador público de la Universidad Autónoma del Caribe y pues la verdad no conseguí empleo aquí en Barranquilla, por lo que me fui a Bogotá, donde duré seis años laborando. Por la altura, mi salud se vio afectada y regresé. En ese entonces tampoco conseguí trabajo', sostuvo Morelo.

Quedarse varada no fue una opción para Alexis, ella decidió empujar el carro. Afirmó que la idea del taxi fue de su hermano, quien llegó como 'mandado de Dios' para motivarla. 'Él me dijo – Coge un taxi, que tú sabes manejar, y defiéndete–, y hasta el momento tengo 8 años de estar en esta labor'.

Ser taxista, en ocasiones, atemoriza. La falta de experiencia en las calles les ha jugado malas pasadas. 'Sentí bastante miedo al principio porque no me conocía las direcciones y era bastante difícil, la misma gente me decía –¿Qué hace trabajando en esto si no conoce las direcciones?–', recordó Morelo Pérez.