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La celebración tradicional del Día de la Madre en Barranquilla fue atípica. No hubo reporte de intervención de fiestas que infringieron las medidas decretadas por el Distrito, ni el habitual estruendo de los equipos de sonidos en las terrazas de las casas, por el contrario, lo que se evidenció fueron los efectos del tercer pico de la pandemia que mantienen a la capital del Atlántico bajo estrictos cuidados para evitar la propagación del virus.

Las calles mayoritariamente solas. No hubo el típico sancocho de barrio, los bailes y las partidas de dominó que suelen verse en varios de los sectores del sur de la ciudad.

Los controles policiales recorrieron las calles de la capital del Atlántico para cerciorarse de que no hubiera indisciplinados, ni infractores de la norma, y así fue: 'la mayoría cumplió', según indicó el comandante de la Policía de Barranquilla, general Diego Hernán Rosero, en diálogo con EL HERALDO.  

Para esta misma fecha, pero en el 2020, se registraron más de 310 riñas y hubo un plan operativo para colocar ‘en cintura’’ a los que violaban el confinamiento que regía para ese entonces.

Atendiendo las recomendaciones de las autoridades, hubo familias que se reunieron desde la virtualidad por temor a un contagio. Katherine Rangel, de 48 años, residente en el barrio San José, de Barranquilla, quien vivió en carne propia los padecimientos del virus durante más de 14 días en un centro asistencial, se limitó este domingo a una extensa videollamada junto con sus familiares con los que habitualmente se reunía presencialmente año tras año en esta especial fecha.

'Nos ha dado muy duro esta situación porque no es fácil estar encerrados viviendo la pérdida de familiares cercanos. Era habitual que llegaran seres queridos de Chile y otras partes del mundo para realizar esta celebración, pero hoy nos limitamos a una pantalla de celular o de un computador', dijo la mujer entre lágrimas.