Compartir:

Muchos son los inventos y avances que se han logrado durante los últimos años y que han servido para el aprendizaje, crecimiento de las personas, desarrollo y hasta para facilitar actividades de la cotidianidad.

En muchos de los casos, en comparación de lo que se vivió en siglos pasados, son los jóvenes universitarios quienes se han encargado de crear y generar proyectos innovadores que aporten algo a la sociedad.

Tal es el caso de José Miguel Yepes y Harrison Rocedo, dos jóvenes ingenieros mecatrónicos egresados de la Universidad Autónoma del Caribe, que decidieron crear un dispositivo que desarrolla las capacidades de los niños y niñas con trastorno del espectro autista (TEA) y les brinda aprendizajes cognitivos a través de cinco secciones.

La idea nació como parte del proyecto de opción de grado que debían presentar en la universidad, y ante la petición del docente de que las ideas de la generación de estudiantes de ese momento debían tener ideas innovadoras para lograr un avance significativo.

Harrison, de 22 años de edad, manifestó que ese valor agregado lo lograron gracias a que su novia es profesora de educación infantil y el colegio en donde trabaja tiene énfasis en la inclusión. 'En los salones de clases tienen niños con TEA. Nos interesó el tema y dijimos vamos a hacer algo que impacte a esta población, ya que es muy vulnerable y poco atendida hoy en día; ahí empezó todo'.

Primeramente los jóvenes pensaron en hacer un software que tuviera en cuenta los diferentes puntos de aprendizaje del niño, pero la idea no fue aceptada porque no iba acorde a los lineamientos de la carrera de ingeniería mecatrónica, por lo que decidieron concretarla en un dispositivo presencial con interacción de los niños y, al mismo tiempo, la parte tecnológica.

Luego de escoger el tema y el proyecto que realizarían, tardaron aproximadamente seis meses investigando sobre todo lo relacionado a los trastornos del espectro autista, visitando colegios y observando cómo era la interacción y comportamientos de los niños en el salón de clases y así mismo en sus casas con sus familias, para así saber a qué áreas de aprendizaje y habilidades motoras le apuntarían.

'Una vez elegimos qué zonas de motricidad fina y qué puntos de aprendizajes íbamos a atacar, definimos varias secciones para trabajar porque no sabíamos que forma tendría el dispositivo. Hubo un diseño inicial que era un cubo, donde sus partes laterales iban a ser una sección donde el niño interactuara, pero era muy incómodo a la hora de trabajar', explicó José Miguel, de 22 años de edad.