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En Villa Bertha (Malambo) parece que todos están sumidos en una cadena eterna de desgracia. No importa de dónde vienen, sus nombres o sus apellidos. Si son adultos o niños. Propios o foráneos. La realidad dicta que los ‘demonios’ de los que intentan escapar siempre hallan la forma de encontrarlos en el edén que les alcanzó a revivir la ilusión. Y ahí, como ha sido siempre para ellos, vuelven a estrellarse de bruces. O al menos así lo manifiestan.