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En medio de un panorama desolador, donde alrededor de los hogares construidos con tablas y cubiertos con toldos reinan la basura, los escombros, los malos olores y la falta de recursos para subsistir, la labor de unas mujeres llega para dar alimento al cuerpo y al alma de muchos niños que viven en la pobreza extrema.

Esto pasa en el barrio El Porvenir en Soledad, en el sector conocido como ‘El Basurero’, debido a que en la parte trasera anteriormente se encontraba el botadero de basura del municipio, que fue erradicado y dio paso para que muchas familias llegaran y armaran sus casas o cambuches en medio de la arena y el monte para así tener – al menos– un lugar donde dormir, ya que la falta de recursos les impedía tener un hogar digno en otra zona.

En su mayoría los adultos subsisten por medio del reciclaje. Hasta allá llevan los sacos repletos de basura que se van amontonando día tras día sin ser removidos, y que van llamando todo tipo de animales. Eso es lo de menos para ellos, porque lo que más importa es conseguir el alimento diario.

No todas las veces logran conseguir dinero, y esa situación lleva a que esos padres de familia se vean obligados a no poder brindarles alimento a sus hijos. Las condiciones de vida no son las mejores. Sin embargo, han contado desde hace varios años con la ayuda de tres mujeres que a través de una fundación se encargan de llevarles por lo menos una comida al día a los más de 200 niños que habitan en el sector.

María, Ruth y Johana Pozo son tres hermanas que en su infancia experimentaron situaciones parecidas a las que viven en estos momentos los habitantes de ‘El Basurero’, sobre todo los niños, los más perjudicados al no comer y no tener la posibilidad de ir a una escuela para aprender y salir adelante.

Por esta razón, hace 15 años decidieron crear una fundación para así brindarles alimento y apoyo educativo a esos niños de la zona, para que no se repita la historia que ellas vivieron en carne propia.

'Nos vimos muy reflejadas en la situación de allá, porque hay niños que comen una sola vez al día, como hay días que no comen, entonces como nosotros pasamos por eso, salíamos del colegio y encontrábamos un tinto con pan de sal, estamos hablando de 35 - 40 años atrás y acá sucede lo mismo', contó Ruth.

Agregó que la Fundación El Pozo de la Felicidad comedor comunitario (Funpolafe) surgió hace 15 años, cuando en ese sector se quemaron unas casas. A su hermana le tocó el corazón la situación en la que habían quedado las familias, por lo que comenzó a hacer almuerzos los días sábados en un fogón de leña y a repartirlos a los afectados.