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Hace más de 20 años, un grupo de inversionistas concibieron una propuesta para potencializar la vocación portuaria de Barranquilla: la construcción de un puerto de aguas profundas.

A pesar de la estratégica posición geográfica de la capital del Atlántico, este proyecto transitó por un empedrado camino. Aunque en varias oportunidades se avizoró un mejor porvenir, nunca despegó y Cormagdalena tomó la decisión de declarar la caducidad de dicha concesión.

'No había manera de sacarlo adelante', aseguró –en su momento– el empresario barranquillero Christian Daes, uno de los socios del proyecto.

La operación del puerto de aguas profundas se contempló para ayudar a que todos los terminales de la ciudad compitan con los más importantes del Caribe.

Además se visionó como una respuesta a los problemas de sedimentación que se presentan en el río Magdalena y que, en algunas temporadas del año, ponen en jaque a la actividad portuaria en la ciudad.

Por esa razón, las autoridades pusieron en marcha un nuevo proceso (ver recuadro), que ha dado sus primeros pasos para su consolidación.

Héctor Carbonell, director del capítulo Norte de la Cámara Colombiana de Infraestructura (CCI), fue enfático al sostener que la nueva iniciativa debe brindar las opciones para superar los impasses que impidieron el éxito de la anterior propuesta.