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Después que el Carnaval de Barranquilla hiciera una pausa obligatoria de dos años por el covid-19, la tradición, la alegría y el desparpajo retornó a la calle.

Una muestra de eso se percibe a través de los disfraces callejeros que aparecen en las esquinas y en los rincones de los barrios más populares de la ciudad, con el objetivo de lanzar una sátira social y a la vez aprovechar la ocasión para recolectar unos 'pesitos'.

Esos rostros que se ocultan en máscaras de fantasma, gorila, la muerte, monocuco y además algunos personifican roles como el oficial del Ejército Nacional, la madre cabeza de hogar, el enfermero, la secretaría, entre otros, buscan seguir reviviendo la costumbre e integrarse al ambiente carnavalero que se vive.