Mildred Martínez, de 32 años, vivió en 'carne propia' la desesperación de no tener cómo responder a las necesidades económicas que dejó la pandemia y el retorno a la nueva modalidad que vino sin manual de instrucciones.
'No fue nada fácil buscar ayuda profesional porque no sabía que los síntomas que estaba presentando se asocian a depresión y ansiedad. En una crisis de llanto excesivo me tomé unas pastillas, situación que me llevó dos días después a urgencia y fui hospitalizada por la psiquiatra', contó Martínez.
Con la voz entrecortada, la mujer expresó el impacto que le ha causado tener que aceptar que necesitaba ayuda y que debía ponerse en tratamiento para sanar. 'En hospitalización ya llevo nueve días y en clínica día cerca de un mes, en donde a través de terapias lúdico recreativas y diferentes actividades poco a poco voy alcanzando todas mis habilidades'.
Agregó que pese a que la recuperación ha sido lenta aún no se siente preparada para retornar a la vida y al 'estrés normal' del trabajo y otras actividades; sin embargo, su familia ha sido de vital importancia para empezar a superar este episodio.
'En ese momento uno no piensa en los hijos ni en la familia y solo pensaba en querer morirme porque tenía tantos problemas y no sabía cómo resolverlos', sostuvo Martínez.
Así como Mildred, decenas de personas en Barranquilla y todas las ciudades del mundo enfrentan cuadros relacionados con la salud mental. Incluso, estos pueden ocasionar un colapso y llevar a recurrir en pensamientos suicidas.