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Mientras el sol resplandecía, una refrescante brisa –como aquellas que acompañan a las tardes de los días de precarnaval– arropaba a las calles del barrio Betania. Corría el día 27 del primer mes de 1999, cuando un menor de 11 años decidió salir a jugar con su mejor amigo, sin pensar que era la antesala de un episodio que marcaría su vida.